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COLUMNA DE OPINIÓN
09 de Junio 2019

Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas
Doctor en Ciencias Humanas
Postdoctorando (c) en Desarrollo Evolutivo
Académico e Investigador



La vida está llena de misterios y paradojas, de encuentros y desencuentros con diversas personas, grupos y comunidades con los que nos relacionamos cotidianamente, movilizando al sujeto por caminos de certezas en medio de un mar de incertidumbre. Una de esas paradojas está centrada en el proceso de envejecimiento y los múltiples cambios, crisis y desafíos que vivenciamos a lo largo de nuestro desarrollo. Vale decir, desde el momento en que nacemos nuestro organismo posee una constitución biológica clara y precisa, en la que nuestras células van siendo reemplazadas permanentemente (de hecho, se estima que las células son reemplazadas entre 7 a 10 años aproximadamente) y que todo el proceso funciona de manera autoorganizada por la información contenida en nuestro ADN.

No obstante, y más allá de las características biológicas que cada sujeto posee, sabemos que nadie puede escapar o evitar este proceso. Así, el envejecimiento es una experiencia única, individual, irreversible y universal en donde emergen un conjunto de transformaciones y cambios, como consecuencia de la acción del tiempo sobre los seres vivos. Tales cambios son fisiológicos, sociales, psicológicos y funcionales (Alvarado y Salazar, 2014). Sin embargo, este proceso es uno de los desafíos que enfrentan actualmente muchos países desarrollados y en vías de desarrollo (Reyes y Castillo, 2011; Daichman, 2014). En el caso chileno, se observa una tendencia creciente y paulatina al envejecimiento (Sandoval, 2018), ya que según el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), habrían 2,8 millones de personas sobre 60 años, correspondiente al 16,2% de la población. Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS), plantea que la esperanza de vida en Chile es de 80,5 años, siendo en promedio, las mujeres mucho más longevas (83 años) que los hombres (79 años). Más aún, se estima que para el 2025 los mayores de 60 años alcanzarán un 20,11%, mientras que un 18,5% de la población será menor de 15 años de edad, relacionado con el hecho de que la tasa global de fecundidad descendió en 1950 desde cerca de un 5 a un 1,85 en el año 2014 (MINSAL, 2017).

En respuesta al cambio sociodemográfico descrito, nos parece pertinente instalar la discusión en torno al ‘Buen Convivir’ (Tortosa-Martínez, Caus-Pertegaz y Martínez-Román, 2014), apuntando al diálogo permanente y constructivo de saberes y experiencias ancestrales con lo más avanzado del pensamiento universal, en un proceso de continua descolonización de la sociedad (Acosta, 2011), que supere las lógicas economicistas, fragmentarias y centradas en el déficit que rodean al envejecimiento. Desde esta perspectiva, ¿cómo nos relacionamos con los adultos mayores presentes en nuestro entorno próximo? ¿Reconozco y potencio sus saberes y experiencias acumuladas a lo largo de la vida? ¿Somos una sociedad respetuosa de la vejez? ¿Valoramos culturalmente a nuestros adultos mayores en Chile?

Abogamos por la construcción y promoción de condiciones políticas, culturales, económicas, educativas y socio-sanitarias que respondan verdaderamente a los intereses y demandas más sentidas por nuestros adultos mayores. Más allá de los gobiernos de turno, pareciera ser que las políticas públicas centradas en el adulto mayor siguen abocados a la comprensión superficial de esta etapa, demorando la implementación de acciones concretas como: un sistema de pensiones justo, que asegure una mejor calidad de vida para este segmento etario, mejora de las condiciones de habitabilidad e infraestructura del Estado para el adulto mayor; tasas preferenciales en acceso / pago de servicios básicos; red de residencias protegidas e integrales para adultos mayores a lo largo de Chile, programas de promoción de la cultura, el deporte y la recreación con pertinencia territorial; atención socio-sanitaria multidisciplinaria, especializada en gerontología y psicogerontología, espacios reales de participación y protagonismo de los/as gerontes, en la toma de decisiones (más allá de los ya creados), etc.

Para comprender este giro epistemológico, cobra sentido el envejecimiento óptimo, entendido como aquel proceso de desarrollo integral, en el que se cumplen 3 condiciones: baja probabilidad de enfermedad y discapacidad, alto nivel de desarrollo / estimulación cognitiva funcional, y una implicación activa con la vida (Rowe y Kahn, 1997; 1998; Duay y Bryan, 2006). En otras palabras, existe evidencia acumulada en la que se demuestra que el potencial generativo del ser humano se vería favorecido por: mantención de estilos de vida saludables, interés por desarrollarse educativamente a lo largo de la vida (autoformación y desarrollo, más allá de los límites definidos por la institución escolar), estimulación cognitiva y emocional permanente (Fernández-Ballesteros et. al. 2010), autonomía y estabilidad socio-económica, mantención de relaciones interpersonales positivas, vínculos seguros y estables de amistad, respeto y reciprocidad; implicación activa en actividades socio-comunitarias, etc. Todas estas actividades tienen una repercusión positiva, en la medida que este estilo de vida se cultive después de la jubilación (Calero et al., 2007), favoreciendo una mayor plasticidad cerebral, como factor protector frente al deterioro cognitivo en la vejez (Vance y Crowe, 2006).

Finalmente, reiteramos el llamado al Estado y la sociedad civil, para que reflexionen y analicen en profundidad las condiciones actuales en las que miles de chilenos están envejeciendo, enfrentando múltiples carencias y dificultades ante una sociedad altamente competitiva y hedonista, que valida la distribución desigual de las riquezas y la mantención de aquellos procesos de marginación y exclusión social. Las decisiones y acciones que se implementen, sin duda, marcarán el destino de nuestro país y el tipo de legado que queremos dejar para el futuro. Nuestros adultos mayores no pueden esperar.

 

Para citar:


Link Difusión Institucional
Sistema Comunicación de la Ciencia UA

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Universidad Autónoma de Chile

Temuco – Chile

30 de Mayo 2019

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En el marco del proceso de  promoción  de la  investigación  entre los estudiantes de último año (quienes se encuentran desarrollando su tesis de Grado), adscritos a la Escuela de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Chile (Temuco),   tuve la grata posibilidad de participar como expositor en el “VIII Feria de Investigación en Psicología”, actividad coordinada por la docente Ps. Carolina Valderas Palma.
 
En lo específico, pude participar con la conferencia  titulada Generatividad y Desarrollo Evolutivo: Alcances y Desafíos Investigativos Actuales en torno al Potencial Humano, en la que compartí alguno de los elementos teóricos y metodológicos relacionados a mi actual investigación postdoctoral, la que se encuentra siendo tutelada por la Catedrática Dra. Emilia Serra Desfilis (Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación, Facultad de Psicología – Universidad de Valencia, España). 

Además, expusieron Paula Pérez (Psicóloga Egresada de la UA) y María Paz Mora (Estudiante de 5º año de Psicología UA), con la ponencia “Relación entre el estilo de Apego Adulto y Regulación Emocional en Adultos Mayores de la IX Región de La Araucanía”, quienes obtuvieron el primer lugar en el concurso de investigación realizado el 2018.

Finalmente, en la jornada se expusieron 26 póster científicos vinculados a los trabajos de tesis que se están desarrollando durante el presente semestre, observándose un alto interés y calidad en los nóveles investigadores que conforman la carrera de Psicología.


Link Difusión Institucional: Noticias UA Temuco

Fotografías de la Actividad:
 Instagram Psicología Temuco

Felicidades a todos/as los que hicieron posible esta excelente actividad!

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Otras Voces en Educacion

Columna de Opinión
 ISSN: 2477-9695
15 de Mayo 2019

Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo;
Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativa
Doctor en Ciencias Humanas
Correspondencia a: Eduardo.sandoval.o@gmail.com

 

Los avances en la exploración y comprensión funcional del cerebro humano durante el proceso de aprendizaje (Pineda y Orozco, 2018), han permitido caracterizarlo como un órgano complejo y flexible, capaz de interpretar patrones dinámicos de comportamiento, procesar información y en paralelo, coordinar múltiples funciones, tareas y actividades, apropiándose de la realidad y transformándola en diferentes saberes o formas de conocimiento (Tapscott, 2011). Esta capacidad para operar y funcionar de manera auto-organizada le permite al ser humano responder cotidianamente a los múltiples desafíos que le demanda su entorno (Sandoval-Obando, 2018a), en el marco de una sociedad atravesada por la incorporación y transformación vertiginosa de las tecnologías de la información y la comunicación (en adelante TICs) en los diferentes ámbitos del desarrollo humano (Carneiro, Toscano y Díaz, 2011; Sandoval-Obando, 2018b).

En este sentido, se observa que la tecnología digital instalada en la sociedad, como consecuencia de los procesos de globalización, han generado un aumento explosivo en el número de niños que se conectan en línea, transformando las pautas de comportamiento, dinámicas relacionales y procesos de aprendizaje que emergen en la infancia. De hecho, los jóvenes (de 15 a 24 años) son el grupo de edad más conectado. Más aún, el 71% están en línea, en comparación con el 48% de la población total, siendo los niños, niñas y jóvenes menores de 18 años quienes representan aproximadamente uno de cada tres usuarios de internet en el mundo (UNICEF, 2017).

No obstante, y paradójicamente, los procesos de escolarización y las prácticas pedagógicas que sustentan el sistema escolar tradicional imponen una lógica altamente normativa y homogeneizadora, que muchas veces limita las potencialidades de desarrollo del alumnado, al transmitir que estudiar es difícil, que el juego está vetado mientras se aprende y que el fracaso escolar sucede porque el alumno no se dedica lo suficiente o se vale muy poco (Iglesias, 2012; Sandoval-Obando, 2017). Pareciera ser entonces que la escuela y todo lo que ella implica (relaciones asimétricas entre profesores y alumnos, sistemas de medición estandarizada de los aprendizajes, cientificismo pedagógico, discursos hegemónicos e ideologías imperantes, incentivos económicos asociados a los ‘resultados de aprendizaje’, etc.), replican procedimientos arbitrarios coherentes con la humanidad en su sentido clásico, desconociendo las múltiples y complejas tramas sociales, históricas, culturales, políticas e incluso demográficas ocurridas durante el último tiempo. Estas transformaciones exigen el desarrollo de habilidades coherentes con una realidad compleja, en donde el alumnado del siglo XXI o ‘millennials’ (Howe y Strauss, 2000), convive tempranamente con el uso, conocimiento y vinculación a los medios tecnológicos disponibles (Palfrey y Gasser, 2008).

El desafío instalado en la sociedad digital imperante, apunta a la construcción de espacios y tiempos educativos en los que sea posible incentivar la creatividad, el pensamiento crítico, la colaboración y la innovación desde temprana edad (Novack, 2015), favoreciendo la incorporación de las TICs con fines y propósitos educativos específicos. Por consiguiente, Alonso, Prieto, García y Corchado (2019) señalan que los procesos de innovación educativa debiesen orientar acciones tendientes al diseño de actividades de aprendizaje colaborativo a través de la computación social, en donde la colaboración no se limite únicamente a la relación del estudiante con sus pares, sino que admita las interacciones del sujeto con los dispositivos tecnológicos (tablets, computadores, Videojuegos, teléfonos inteligentes, etc.). Como consecuencia de lo anterior, se ha observado la incorporación sostenida de las TICs en plataformas de aprendizaje complejas como Moodle, Wiki, o LAMS (Cress y Kimmerle, 2008), múltiples tipos de dispositivos y aplicaciones de aprendizaje compatibles con los dispositivos móviles (Melero et al., 2015), plataformas de aprendizaje basadas en la ubicación (Chou y Chanlin, 2014), aprendizaje basado en juegos (Barzilai y Blau, 2014), entre otras.

Los elementos descritos hasta aquí demuestran que el aprendizaje ya no está limitado a las aulas tradicionales en las que se replica y enclaustran los procesos de escolarización. A juicio de Nielsen (2016), se configura y consolida un entorno de aprendizaje experiencial, virtual e hiperconectado, mediante las múltiples posibilidades de comunicación e interacción que ofrecen las TICs, a través del correo electrónico, mensajería instantánea y Skype, etc. Adicionalmente, Sun y Yang (2015) han utilizado herramientas de la Web 2.0, como Facebook y YouTube para desarrollar y mejorar la confianza de sus estudiantes y sus habilidades de comunicación oral. En otra experiencia, Smit y Tremethick (2017) notaron que los estudiantes desarrollaron un nivel más alto de habilidades de pensamiento crítico y produjeron más ideas innovadoras mientras participaban en grupos de reflexión en línea. Por lo tanto, existe evidencia acumulada que legitima el uso del portafolio electrónico para el aprendizaje reflexivo, facilitando en los estudiantes, un manejo ordenado y efectivo de su notas, saberes, experiencias y reflexiones adquiridas dentro y fuera del aula (Pianpeng y Koraneekij, 2016 ).

Finalmente, nos parece importante recalcar en palabras de Sandoval-Obando (2018b) que la comprensión y abordaje del aprendizaje a través de las TICs están generando enormes transformaciones en el campo de la salud, la educación, la política, la economía y la ciber-seguridad. Sin embargo, estas temáticas tienen un camino tremendamente incipiente y sinuoso, lo que explica en parte, que las reflexiones que aquí se presentan, continuarán siendo motivo de discusión y análisis crítico en el futuro, debido a la velocidad con la que se están experimentando estas transformaciones y las implicancias que generan al corto, mediano y largo plazo en los diferentes sectores de la sociedad del conocimiento y la información.

 

REFERENCIAS

Alonso, R.; Prieto, J.; García, Ó. y Corchado, J. (2018). Collaborative learning via social computing. Frontiers of Information Technology & Electronic Engineering, 20(2), 265–282.

Barzilai, S. y Blau, I. (2014). Scaffolding game–based learning: impact on learning achievements, perceived learning, and game experiences. Comput Educ, 70, 65–79. Doi: https://doi.org/10.1016/j.compedu.2013.08.003

Carneiro, R.; Toscano, J. y Díaz, (2011). Los Desafíos de las TIC para el Cambio Educativo (Coords.). Madrid: Santillana / Organización de Estados Iberoamericanos.

Chou, T. y Chanlin, L. (2014). Location–based learning through augmented reality. J Educ Comput Res, 51(3), 355–368. Doi: https://doi.org/10.2190/EC.51.3.e

Cress, U. y Kimmerle, J. (2008). A Systemic and cognitive view on collaborative knowledge building with wikis. Int J Comput–Support Collab Learn, 3(2),105–122. Doi: https://doi.org/10.1007/s11412-007-9035-z

Howe, N. y Strauss, W. (2000). Millennials Rising: The Next Great Generation. New York: Vintage.

Iglesias, A. (2012). Educación Social e Escola. Menores na Educación Social, Alumnos, no Sistema Educativo. Revista Galega de Educación, (53), pp. 82-85.

Melero, J.; Hernández–Leo, D. y Manatunga, K. (2015). Groupbased mobile learning: do group size and sharing mobile devices matter? Comput Human Behav, 44, 377–385. Doi: https://doi.org/10.1016/j.chb.2014.11.078

Nielsen, D. (2016). Facilitating service learning in the online technical communication classroom. J. Tech. Writ. Commun., 46, 236-256.

Novak, E. (2015). A critical review of digital storyline–enhanced learning. Educ Technol Res Dev, 63(3), 431–453. Doi: https://doi.org/10.1007/s11423-015-9372-y

Palfrey, J. y Gasser, U. (2008). Born Digital: Understanding the First Generation of Digital Natives. New York: Basic Books.

Paredes, D. (2019). El aprendizaje-servicio como estrategia metodológica innovadora para el desarrollo de competencias digitales y ciudadanas. Revista Internacional de Tecnología, Ciencia y Sociedad, 7(2), 57-67. Recuperado de https://journals.epistemopolis.org/index.php/tecnoysoc/articl

Pineda, E. y Orozco, P. (2018). Estado del arte y abordaje del concepto de ludificación en el aprendizaje en primera infancia. Infancias Imágenes, 17(2), 147-162.

Pianpeng, T. y Koraneekij, P. (2016). Development of a model of reflection using video based on Gibbs’s cycle in electronic portfolio to enhance level of reflective thinking of teacher students. Int. J. Soc. Sci. Humanity, 6 (1), 26-31.

Sandoval, E. (2017). El Docente como Mediador Emocional y Cognitivo de Jóvenes en Contextos Vulnerados: Tensiones y Desafíos para la Transformación de la Práctica Pedagógica. Tesis conducente al Grado Doctor en Ciencias Humanas. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile. Recuperado de http://cybertesis.uach.cl/tesis/uach/2017/egs218d/doc/egs218d.pdf

Sandoval-Obando, E. (2018a). La Estimulación Temprana en la Infancia: Una Tarea Relevante y Necesaria para el Desarrollo Integral. Otras Voces en Educación. ISSN: 2477-9695. Recuperado de: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/290431

Sandoval-Obando, E. (2018b). Aprendizaje e inteligencia artificial en la era digital: implicancias socio-pedagógicas ¿reales o futuras?. Revista Boletín Redipe, 7(11), 155-171. Recuperado de https://revista.redipe.org/index.php/1/article/view/626

Smit, E. y Tremethick, M. (2017). Value of online group reflection after international service-learning experiences: I never thought of that. Nurse Educ., 42(6), 286-289. Recuperado de https://insights.ovid.com/crossref?an=00006223-201711000-00007

Sun, Y. y Yang, F. (2015). I help, therefore, I learn: service learning on Web 2.0 in an EFL speaking class. Comput. Assist. Lang. Learn., 28, 202-219.

Tapscott, D. (2011). Grown Up Digital: How the Net Generation Is Changing Your World. Nueva York: McGraw-Hill.

UNICEF (2017). Estado Mundial de la Infancia 2017: Niños en un mundo digital. New York: UNICEF. Recuperado de https://www.unicef.org/spanish/sowc2017/

 

Para citar este trabajo: Sandoval-Obando, E. (2019). La Transformación Digital de los Procesos de Escolarización: Una Realidad Compleja y Divergente. Otras Voces en Educación. ISSN: 2477-9695. Recuperado de: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/309425 DOI: 10.13140/RG.2.2.36472.29445


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Universidad Autónoma de Chile

Temuco – Chile

10 de Mayo 2019

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En el marco del proceso de desarrollo y formación permanente en investigación que desarrolla la Escuela de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Chile (Temuco), tuve la grata posibilidad de participar como expositor en el “Coloquio en Educación: Aperturas y Desafíos Críticos a la Escuela”, actividad generada por la Línea de Psicología Educacional de la misma escuela. 

En lo específico, pude participar con la ponencia titulada “El Mapa Escolar como ‘Epistemicidio’ de lo Educativo: Aportes y Saberes generados en torno a un Programa de Investigación Local”, en la que pude compartir y reflexionar en torno a los resultados recopilados hasta el momento, en el marco del FONDECYT Nº 1170019 (Equipo CEDMA – DEYE) donde participo como Co-Investigador.

En el mismo evento, participaron las destacadas académicas nacionales:  Dra. Catherine Muñoz Urrutia, con la ponencia “Inclusión y reconocimiento subjetivo” (Académica de la Escuela de Psicología. Email: catherine.munoz@uautonoma.cl) y la Dra. Paula Leal Tejeda con la ponencia “Nuevas miradas a la ciudadanía” (académica adscrita a la Escuela de Trabajo Social de la misma facultad. Email: paula.leal@uautonoma.cl). 

Al termino de las ponencias, se generó un intenso debate con los participantes respecto a los desafíos de la Psicología en el campo de la educación, develando la necesidad de repensar la escuela de hoy así como las bases epistemológicas que la sostienen, avanzando en la construcción de ambientes educativos democráticos y emancipadores para todos/as.


Difusión InstitucionalNoticias Universidad Autónoma de Chile

Gracias a todos/as por lo vivido!
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COLUMNA DE OPINIÓN
11 de Abril 2019
Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas
Doctor en Ciencias Humanas
Postdoctorando (c) en Desarrollo Evolutivo
Académico e Investigador



El reciente reportaje “La Fabrica del Terror” exhibido por TVN, presenta crudamente las diversas formas de maltrato, abuso y violencia sistemática que propinaba un empresario argentino en contra de algunos de sus trabajadores en Colina (Región Metropolitana). Lo anterior, deja en evidencia la indiferencia de sus pares ante la agresión, así como el grado de alienación y desprotección en el que muchas personas se encuentran actualmente, con la finalidad de ‘mantener’ a toda costa un ingreso económico estable para subsistir junto a sus familias (trabajadores indocumentados, migrantes, mujeres sometidas a trata de blancas y comercio sexual, etc.).

Esta situación expone de manera explícita y grave, la influencia negativa del estrés crónico sobre la salud de las personas, ocasionando un deterioro significativo en su desempeño laboral, así como en su calidad de vida (Organización Internacional del Trabajo, 2016). Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (2017), estima que en el 2020 la ansiedad y la depresión se convertirán en la primera causa de baja laboral a nivel planetario, traduciéndose en un costo significativo para la economía mundial equivalente a US$ 1 billón anual en pérdida de productividad. A su vez, exhibe la estrecha conexión entre el desempleo (como factor de riesgo) y su vinculación a diversas patologías de salud mental (Garrido et. al. 2013). De hecho, la cesantía es 7 veces mayor entre personas con trastornos mentales severos que entre personas sin trastornos mentales; y el 75% de los empleadores señalan tener dificultades para contratar a personas con enfermedades mentales, aun cuando estén recibiendo apoyo terapéutico sistemático (Melzer, Fryers y Jenkins, 2004).

Como consecuencia de lo anterior, en Chile casi una quinta parte de la población adulta (19,7%) y más de un cuarto de la población infanto-juvenil (22,5%) ha vivenciado algún tipo de trastorno psiquiátrico durante el último año. Los trastornos más frecuentes en adultos, en los últimos 6 meses, serían: la fobia simple, fobia social, agorafobia, trastorno depresivo mayor y la dependencia del alcohol (Irarrázaval, Prieto y Armijo, 2016).

Por ende, conviene preguntarse y reflexionar en profundidad acerca de ¿Por qué fallaron los mecanismos de control y fiscalización del Estado frente a las denuncias reiteradas de los afectados por los hechos de violencia exhibidos en “La Fábrica del Terror”? ¿La Justicia laboral chilena resguarda el derecho de los trabajadores? ¿Qué implicaciones organizacionales ha traído la aplicación de instrumentos como el Cuestionario SUSESO/ISTAS 21[1] en el ámbito laboral? ¿El mundo del trabajo articula prácticas y acciones que favorecen ambientes positivos y saludables? ¿Existe una institucionalidad coherente y actualizada que resguarde transversalmente la salud mental del trabajador en Chile?

Las reflexiones planteadas emergen de la experiencia profesional acumulada por el suscrito en diversos procesos de intervención y promoción de la salud mental en instituciones públicas y privadas en Chile, en donde se observan paradójicamente prácticas y mecanismos que tienden a ‘normalizar’ dinámicas de trabajo extensas, individualistas, alienantes y competitivas, amparadas bajo un sistema neoliberal que ocasiona una fuerte desigualdad social y perpetúa el statu quo imperante (Sandoval, 2012). Desde esta lógica, se habrían instalado las bases estructurales de una economía supeditada a la explotación y exportación indiscriminada de nuestros recursos naturales, la dependencia a fuentes de inversión extranjera; la existencia de prácticas ineficientes de gestión y comunicación; la preeminencia de la lógica de mercado en el diseño y construcción de las políticas públicas así como el papel subsidiario del Estado frente a la protección y resguardo de los derechos y libertades de las personas en el contexto laboral (Aravena, 2018).

Desde luego que existen diversos factores que pueden incidir en aumentar el estrés en el trabajo y, por ende, impactar negativamente en la calidad de vida y bienestar de las personas, tales como: normalización de la violencia (cómo se ve reflejado en “La Fábrica del Terror”); clima organizacional negativo entre sus pares o jefaturas; discriminación por raza, etnia o género; la falta de reconocimiento hacia las funciones y tareas; jornadas laborales extensas y la consiguiente sobrecarga de trabajo, escaso tiempo para el descanso, el ocio y la recreación, entre otros.

El desafío que emerge a partir de la grave situación descrita en el reportaje en TVN así como los innumerables casos de vulneración de derechos laborales en Chile y la acción tardía del Estado, confirman la necesidad de instalar una institucionalidad actualizada, flexible y coherente con las demandas actuales de las personas insertas en el ámbito laboral (Ley de Salud Mental en Chile, por ejemplo) avanzando en la construcción de ambientes de trabajo pluralistas, flexibles y promotores de la salud física y mental positiva, cumpliendo con lo señalado en el Plan de acción mundial sobre la salud de los trabajadores (2008-2017) y el Plan de acción sobre salud mental (2013-2020) de la OMS en donde se establecen con claridad los principios, objetivos y estrategias más idóneas para la protección integral de la salud mental en el trabajo. El desafío sigue instalado.

 

Para citar:



[1] Hacemos alusión a lo ampliamente descrito en la Ley Nº 16.744, en donde se establecen normas sobre Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales. Diario Oficial N° 26957 (1° feb 1968). 

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