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Columna de Opinión – Sur Actual
12 de Julio 2016 
Sur Actual
Por Eduardo Sandoval Obando*

Desde hace algún tiempo, las reflexiones y tensiones pedagógicas que emergen desde el sistema de educación superior instalado en Chile dan cuenta de una realidad preocupante y paradójicamente orientada por las reglas y/o necesidades de un sistema económico que promueve implícita o explícitamente las desigualdades sociales que muchas veces cuestionamos como sociedad. En este contexto, observamos el explosivo aumento de la “oferta” existente en la educación superior, lo que se traduce en que la mayoría de las regiones de nuestro país ha aumentado la matrícula gradualmente desde el 2005 a la fecha. Es así como en la región de Los Ríos pasamos desde una matrícula de 11.256 estudiantes a 22.139 en el presente año[1].
Es preciso indicar que este aumento se vio impulsado por la creación del Crédito con Aval del Estado (CAE), como “beneficio” que impulsaría el acceso a la educación superior del alumnado con problemas de financiamiento. Sin embargo, este crédito se ha transformado en un verdadero dolor de cabeza para muchos estudiantes y jóvenes profesionales, que se han tenido que endeudar sistemáticamente para cubrir los intereses provocados por este “crédito”. Según estimaciones del Banco Mundial[2], los jóvenes que tuvieron la opción de estudiar gracias a este crédito adquirirán una deuda casi 180% mayor de lo que será su ingreso anual cuando se titulen y se incorporen al mercado del trabajo.
Más aún, las cifras indican que el porcentaje de sueldo que deberán destinar los estudiantes, una vez convertidos en profesionales, para cubrir la deuda provocada por el CAE, bordea entre el 15% a 18% de su ingreso mensual, viéndose mayormente afectados aquellos jóvenes profesionales que se desempeñan en las carreras de pregrado peor pagadas de Chile, tales como: técnico en párvulos, psicopedagogía, pedagogía (en artes, educación básica, educación física, diferencial, etc.), periodismo, psicología, diseño gráfico, etc. Pero ¿Cuál es la pertinencia, sustentabilidad y/o calidad formativa que entregan estos programas? ¿Los procesos de acreditación en la educación superior chilena son capaces de evaluar técnica y objetivamente este explosivo aumento de Programas?
Al respecto, creemos que la calidad educativa sigue siendo un tema pendiente en nuestro país. Por ello, nos referiremos al desempeño de Chile en la Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos[3] (PIAAC), instrumento liderado y organizado por la OCDE, el que da cuenta de las falencias y desigualdades que continúan minando el destino educativo de nuestro país. Los datos muestran que el 67% de las personas adultas presentan bajo desempeño en comprensión lectora y/o razonamiento matemático, mientras que un 48% muestra bajo desempeño en ambas competencias.
Es decir, prácticamente la mitad de los chilenos entre 16 y 65 años sólo puede completar tareas básicas como lectura de textos breves y sencillos y procesos matemáticos básicos como, por ejemplo, contar dinero. Estos resultados son bajos respecto del promedio de la OCDE. De modo que sólo el 5% tiene comprensión lectora y aritmética adecuada para el ejercicio de su profesión.
Tales hallazgos hacen esperable que muchos de nuestros estudiantes tengan dificultad significativa en la compresión y uso de múltiples fuentes bibliográficas (usar un libro, empleando su índice temático o por autores; acceder a revistas científicas; analizar y comprender información, etc.), falencias significativas en la redacción y escritura de textos científicos, uso inadecuado del tiempo libre, hábitos, técnicas y estrategias de estudio deficientes, bajo sentido de responsabilización frente a su proceso educativo (pasividad intelectual y escasa curiosidad epistemológica), afirmando que sólo por el hecho de pagar una colegiatura pueden ser merecedores de un “cartón profesional” que los habilite para el ejercicio de una determinada profesión u ocupación, etc.
Tal contexto se ve potenciado por reglamentos académicos que muchas veces nivelan hacia abajo, fomentando la ley del mínimo esfuerzo con tal de contar con una matrícula estable de estudiantes. Por supuesto que las causas de esta realidad son diversas y complejas, pero no podemos dudar que este sistema ha favorecido la proliferación abusiva de programas (muchos de ellos, de dudosa calidad) y el egreso de muchos profesionales que no logran adquirir las competencias mínimas requeridas, para desarrollar una tarea, actividad u oficio con un alto nivel de logro y satisfacción.
Finalmente y a modo de reflexión ¿Este es el Chile que queremos construir? ¿Estamos interesados o no, en proponer estándares mínimos de funcionamiento, entre las Universidades, que garanticen la calidad y pertinencia de los programas de formación que se imparten? ¿Cuál es la formación ética y/o valórica que están recibiendo nuestros estudiantes en la actualidad? si observamos a diario ejemplos impunes de corrupción, malversación de fondos públicos, financiamiento irregular de las campañas políticas, uso abusivo del “pituto” en los cargos públicos, tráfico de influencias, pensiones de jubilación vergonzosas para miles de trabajadores que lo dieron todo por Chile, en contraste con los millonarios sueldos de los políticos chilenos, etc.)?
A nuestro juicio, creemos en la educación pública, gratuita y de calidad… pero este sueño sólo será posible, en la medida que se implementen reformas estructurales y profundas al sistema (político, educativo, económico, social, cultural), que avancen decididamente en la construcción de una democracia activa, crítica y propositiva de sus ciudadanos y de quienes elegimos para que nos representen en los poderes del Estado.
Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
[1] Para ahondar en esta materia, puede acceder y visitar el Sitio Web del Consejo Nacional de Educación, en la sección Estadísticas de Educación Superior: http://www.cned.cl/public/secciones/SeccionIndicesPostulantes/Indices_Sistema.aspx  
[2] Desde su concepción en 1944, el Banco Mundial ha pasado de ser una entidad única a un grupo de cinco instituciones de desarrollo estrechamente relacionadas. Su misión evolucionó desde el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) como facilitador de la reconstrucción y el desarrollo de posguerra al mandato actual de aliviar la pobreza en el mundo, coordinándose muy de cerca con su afiliado, la Asociación Internacional de Fomento, y otros miembros del Grupo del Banco Mundial: la Corporación Financiera International (i) (IFC, por sus siglas en inglés), el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (i) (MIGA, por sus siglas en inglés) y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (i) (CIADI). Para Mayor Información, acceder a: http://www.bancomundial.org/
[3] La Evaluación de competencias de adultos evalúa las competencias cognitivas de los adultos en tres dominios fundamentales. Se considera que estas competencias clave y esenciales proporcionan una base para el desarrollo de competencias y destrezas cognitivas de mayor complejidad y que son prerrequisitos para entender y acceder a ciertos campos de conocimiento. Además, estas competencias son necesarias en un amplio rango de contextos, que abarcan desde el campo educativo hasta la vida diaria. Las competencias evaluadas son: Comprensión lectoraComponentes de lecturaCapacidad de cálculoCapacidad para resolver problemas en contextos informatizados. Mayor Información:http://www.oecd.org/skills/evaluaciones-de-competencias/elementosprincipalesdelaevaluacionpiaac.htm
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