Columna de Opinión – Sur Actual
19 de Agosto 2016
Por Eduardo Sandoval Obando*
En tiempos de incertidumbre, inestabilidad socioeconómica y cuestionamientos transversales al sistema político imperante en nuestro país que ha instalado, o quizás perpetuado, un modelo económico que consolida las desigualdades sociales, resulta necesario y conveniente construir una mirada optimista y propositiva acerca de nuestras posibilidades de desarrollo cognitivo y emocional, particularmente en momentos en que sonreír, compartir con la familia, pensar positivo o disfrutar de algún pasatiempo (correr, andar en bicicleta, escribir, disfrutar de una cena, viajar, etc.), se convierte en una tarea titánica o una misión imposible, influido por las condiciones climáticas, los días grises, el exceso de trabajo y/o las presiones ambientales en las que paradójicamente nos comprometemos.
Por ello, nos acercamos a los planteamientos teóricos que se han construido desde la Psicología Positiva, asumido como un enfoque emergente de la psicología, que se aboca a la comprensión y profundización de todos aquellos aspectos que nos explicitan los aspectos valiosos y enriquecedores que nos entrega la vida. Dicho de otro modo, es el análisis de lo que va bien en la vida, desde el nacimiento hasta la muerte (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Dicho enfoque estudia la experiencia óptima, es decir, a las personas siendo y dando lo mejor de sí mismas en tiempos y espacios diversos, independientemente de las condiciones ambientales en las que se encuentren. De tal modo, las investigaciones realizadas, aportan una comprensión científica más completa y equilibrada de la experiencia humana, y al mismo tiempo, transmiten lecciones valiosas acerca de cómo construir una vida feliz, saludable, productiva y significativa (Park y Peterson, 2009).
En complemento con lo anterior, la Psicología Positiva proporciona un marco relacional integral para describir y entender en qué consiste una buena vida, explorando las experiencias subjetivas positivas (felicidad por ejemplo), los rasgos de personalidad que contribuyen al bienestar general (resiliencia, talentos, intereses, sabiduría, esperanza, etc.), la importancia de las relaciones interpersonales cercanas y afectivas (lazos de amistad, satisfacción marital, sensación de apoyo social, uso del tiempo libre, etc.) y cómo se construyen las organizaciones positivas (familias, escuelas, empresas, comunidades, etc.).
Lo cierto es que esta perspectiva teórica en ningún caso niega el dolor y el sufrimiento, tampoco compite con la psicología tradicional, sino que más bien, se esfuerza por analizar y comprender los factores personales, familiares, comunitarios y/o políticos que posibilitan la superación de las crisis en las personas, ayudándolos a fortalecer sus potencialidades y talentos, alcanzando un nivel de funcionamiento más eficaz ante las adversidades, asumiendo que la felicidad es una decisión personal y que la vida vale la pena vivirla.
Chile junto con Corea del Sur, son las dos naciones en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir.
Ahora bien, los invitamos a observar con detenimiento su entorno cercano (familia, lugar de trabajo, ciudad en la que se encuentra, etc.)… ¿Cuántas personas de su entorno disfrutan lo que hacen? ¿Somos una sociedad que promueve el bienestar general de las personas (considerando la cantidad de horas que trabajamos por ejemplo)? Al recorrer las calles, ¿cuántas personas logra ver sonriendo o disfrutando de la posibilidad de caminar, mirar, escuchar u oír? ¿Cuántas veces no ha visto y/o escuchado a personas que sólo recurren a la fe, cuando tienen algún problema o dificultad? ¿Qué tan solidarios somos (más allá de ocuparnos del otro, en situaciones de catástrofe, apoyar a la Teletón, fomentar la donación de órganos ante casos emblemáticos, etc.)? ¿Cuántas veces hemos sido testigos de los cuestionamientos (implícitos o explícitos) que se emiten en torno al éxito de otras personas (porque quizás es parte de nuestra idiosincrasia, el ser “chaqueter@)? ¿Cuántas horas pasamos pensando y planificando el futuro, olvidándonos de vivir y disfrutar el presente? ¿Cómo cultivamos la felicidad en nuestros niños, niñas y adolescentes que se encuentran escolarizados? ¿Qué tan felices somos los Chilenos?[1]
Paradógicamente, la realidad de nuestro país es abrumadora, en términos de salud mental. Por ejemplo, la OMS señala que un 17,2 % de las personas en Chile sufre de depresión, lo que ubica al país por encima de los niveles mundiales de esta enfermedad. Asimismo, este organismo recomienda destinar un 5 % de los recursos en salud a esta área, pero contradictoriamente, la realidad nacional indica que solo se destina un 2,5 %. A este panorama, se suma que Chile junto con Corea del Sur, son las dos naciones en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir; el 35 % de los mayores de 15 años han sufrido un problema psiquiátrico, donde existen altas tasas de automedicación y en que las problemáticas de salud mental están relacionadas con el 26 % de las licencias médicas emitidas durante el último año.
Finalmente, estas reflexiones son una invitación a recuperar nuestra capacidad de disfrutar de las bondades que nos entrega la vida, de fijarse metas y perseguir nuestros sueños, de luchar por nuestra felicidad en los diferentes espacios en los que nos insertamos y de abogar por la construcción de espacios educativos capaces de identificar y potenciar transversalmente los talentos y habilidades de las personas (independientemente de sus contextos de origen), que contribuyan a una vida plena y saludable. Esta vida es una sola y ¡vale la pena vivirla!
[1] De acuerdo al Informe Mundial de la Felicidad 2016, desarrollado por un panel de expertos de la ONU, en los que se investigó la realidad de 156 países, encontramos a nivel latinoamericano que Brasil aparece en el lugar 17, México en el (21), Chile (24), Panamá (25) y Argentina en el 26 respectivamente. Para mayor información, puede acceder a: http://worldhappiness.report/Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
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