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Otras Voces en Educacion
Columna de Opinión
 ISSN: 2477-9695
02 de Octubre 2018
LA ESTIMULACIÓN TEMPRANA EN LA INFANCIA: UNA TAREA RELEVANTE Y NECESARIA PARA EL DESARROLLO INTEGRAL

Por Eduardo Sandoval Obando

El cerebro humano es un órgano tremendamente complejo y eficiente, capaz de interpretar patrones dinámicos de comportamiento, procesar información y simultáneamente, coordinar múltiples funciones, tareas y actividades. Esta enorme capacidad para operar y funcionar de manera auto-organizada, le permite al ser humano responder cotidianamente a los múltiples desafíos que le demanda su entorno.

Prueba de ello, es que desde el punto de vista socio-cognitivo, existen numerosos estudios (Sandoval-Obando, 2014a; 2014b; Moreno y López de Maturana, 2015; Calvo, 2016) en los que es posible observar que la propensión a aprender fluye de manera multidireccional y polifacética en los niños y niñas, siendo capaces de elaborar hipótesis complejas acerca del mundo, y al mismo tiempo, dejándose llevar por la curiosidad y la exploración, la observación y la despreocupación del error, la creatividad (Sandoval-Obando, 2018) y el juego. Es decir, estarían dotados de un enorme repertorio cognitivo y una alta apertura hacia el aprendizaje.

Sin embargo, y paradójicamente estas potencialidades cognitivas experimentarían un progresivo anquilosamiento (Sandoval-Obando, 2012), como resultado de una lógica escolar centrada en los resultados y que tiende a reproducir invariablemente prácticas pedagógicas monótonas y rígidas, muchas veces ancladas en planes y programas absolutamente desconectados de los saberes y experiencias previas acumuladas en los ambientes de origen del alumnado. Así, la práctica educativa formal, da paso a una acción generalmente institucionalizada desde el nivel central, con base en un currículum rígidamente establecido e interiorizado por el docente, en la cual, según Rogers (2004), “el aprendiz cede su autonomía, se inscribe en un programa y acepta la disciplina impuesta externamente de éste”. Esta realidad se agrava cuando nuestros niños ostentan una de las peores cifras del mundo en términos de salud mental, experimentando altos índices de obesidad, Ansiedad, depresión, hiperactividad y conductas agresivas.

A propósito de lo anterior, conviene preguntarnos y reflexionar en torno a las siguientes interrogantes ¿Cuál es la importancia de la estimulación temprana en los niñ@s? ¿Cómo impacta el buen trato en la primera infancia, desde el punto de vista cognitivo? ¿De qué manera podemos construir ambientes de aprendizaje activos y atractivos para nuestros niños y niñas en América Latina y el Caribe? Al respecto, es posible señalar que la estimulación temprana (ET) se entiende como aquel conjunto de acciones sistemáticas, intencionales y deliberadas que favorecen el desarrollo armónico del ser humano durante sus primeros años de vida (Tamayo, 2000), estimulándolo cognitiva y emocionalmente para despertar al máximo sus potencialidades y capacidades sensoriales, motrices, relacionales, etc. Esta intervención beneficia significativamente a los niños y niñas, ampliando sus estructuras cognitivas y favoreciendo su adaptación a un entorno altamente dinámico y exigente. Más aún, la experiencia clínica educativa acumulada, nos ha permitido observar en contextos de protección y Justicia Juvenil Chilenos, que los niños estimulados desde su nacimiento despliegan un mayor desarrollo orgánico y funcional en su sistema nervioso, además de un equilibrio adecuado en su crecimiento físico, cognitivo y emocional, a diferencia de aquellos menores situados en ambientes deprivados socio-culturalmente (caracterizados por la pobreza, inestabilidad familiar, maltrato; estilos de apego ambivalente o desorganizado; estrés psicosocial, deserción escolar, etc.) quienes, ante una persona desconocida no hablan, tienen miedos y estallan en llanto, incidiendo significativamente en sus potencialidades educativas futuras. Además, muestran una disminución del peso y talla, una propensión marcada a las enfermedades, dificultades en la atención y la concentración, pobreza intelectual (Raczynski, 2010).

Por ello, sólo en la medida en que la institución escolar pueda repensar y tensionar las prácticas socio-pedagógicas que la sustentan así como la creciente estandarización del aprendizaje, podrá valorar y reconocer los múltiples talentos y experiencias que cotidianamente construye el alumnado en tiempos y espacios diversos, superando con creces los límites definidos por la formalidad de la escuela.

Estas reflexiones nos invitan a la configuración de pautas y dinámicas relacionales desafiantes, activas y lúdicas de las figuras de apoyo (padres, madres, educadores, etc.) que posee un educando en sus contextos de origen, para aprovechar los periodos críticos del ciclo vital. Al mismo tiempo, recalca la importancia de construir y proponer investigaciones multidisciplinarias en el campo de las Ciencias Sociales y Humanas, en donde se proponga una reforma epistemológica de la escuela así como el diseño de Políticas Públicas que protejan y resguarden transversalmente los derechos de la infancia en América Latina y el Caribe. Tal vez de esta forma, se fomentará el buen trato y la disciplina positiva, los estilos de vida saludable y las oportunidades que brinda la estimulación temprana, potenciando en definitiva, la propensión a aprender de nuestros niñ@s; transformando la institución escolar en un espacio y tiempo en el que todos y todas tenga cabida; fomentando la estimulación de la libertad, la confianza, la creatividad, la curiosidad y el aprendizaje practico.

 

Referencias

Calvo, C. (2016). Del Mapa Escolar al Territorio Educativo. Disoñando la Escuela desde la Educación(4° Edición). La Serena: Nueva Mirada.

González, C. (2007). The Early Stimulation Programs from the Teacher’s Perspective. Liberabit, 13(13), 19-27.

Moreno, A. y López de Maturana, S. (2015). Ambientes Educativos Escolares: Una Investigación sobre la Propensión a Aprender en Jardines Infantiles Chilenos. Estudios Pedagógicos, 41(especial), 169-180.

Raczynski, D. (2010). Política de Infancia Temprana en Chile: Condicionantes del Desarrollo de los Niños. En Foco, 77, 1-24. Recuperado de http://expansiva.cl/media/en_foco/documentos/19062006104331.pdf

Rogers, A. (2004). Looking Again at Non-formal and Informal Education. Towards a New Paradigm. Recuperado de http://www.infed.org/biblio/non_formal_paradigm.htm

Sandoval, E. (2018, Agosto 12). La Creatividad ¿Un Factor Ausente en el Sistema Escolar Chileno? El Mostrador. Recuperado de http://m.elmostrador.cl/noticias/opinion/2018/08/12/la-creatividad-un-factor-ausente-en-el-sistema-escolar-chileno/  DOI: 10.13140/RG.2.2.35847.29602

Sandoval-Obando, E. (2014a). Posibilidades Educativas del Adolescente Infractor de la Ley: Desafíos y Proyecciones a partir de su Propensión a Aprender. Psicología Educativa, 20(1), 39 – 46.

Sandoval-Obando, E. (2014b). Propensión a Aprender de los Adolescentes Infractores de Ley: Reflexiones desde el Enfoque Biográfico. Polis, 13 (37), 251-273.

Sandoval-Obando, E. (2012). Construcción Socio-histórica de la Propensión a Aprender de los Adolescentes Infractores de Ley. Tesis de Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativa. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile. Recuperado de http://cybertesis.uach.cl/tesis/uach/2012/egs218c/doc/egs218c.pdf

Tamayo, R. (2000). Estimulación Temprana en el niño pequeño. Recuperado de http://www.neurorehabilitacion.com/estimulacion_temprana.htm#


Para citar este Trabajo: Sandoval-Obando, E. (2018). La Estimulación Temprana en la Infancia: Una Tarea Relevante y Necesaria para el Desarrollo Integral. Otras Voces en Educación. ISSN: 2477-9695. Recuperado de: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/290431


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COLUMNA DE OPINIÓN
15 de Septiembre 2018

SISTEMA DE PENSIONES Y BIENESTAR SOCIAL EN LA VEJEZ: UN DERECHO FUNDAMENTAL

Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas
Doctor en Ciencias Humanas
Académico e Investigador

 

Centrar la discusión y reflexión en torno a las políticas, programas y acciones concretas que se puedan generar desde el Estado y también por la ciudadanía para afrontar los cambios demográficos del país, pensando en el progresivo envejecimiento de nuestra población, al estimarse que al año 2025, la población mayor de 60 años corresponderá a un 20% de la cantidad de habitantes del país, lo que superará el porcentaje de población menor de 15 años (Campos, Herrera, Fernández y Valenzuela, 2014), se convierten en una temática relevante y tal vez urgente, al que debemos responder como sociedad.

En este sentido, resulta preocupante el que para muchos chilenos, el envejecimiento se transforme en una etapa altamente estresante, desoladora y llena de circunstancias sanitarias, sociales, culturales y económicas que confluyen entre sí, deteriorando gradualmente sus condiciones de vida y desarrollo personal. Al respecto, no se puede negar que ha existido cierta voluntad por revisar y/o ‘mejorar’ (aunque superficialmente) el sistema de pensiones en Chile, implementando diversas medidas, las que van desde el sistema de reparto al ahorro individual en los años 80’; la implementación de modificaciones específicas para fomentar la dimensión no contributiva y ocuparse de la población más vulnerada en el 2008; el Bono por hijo a partir de los 65 años; las cuentas de capitalización individual voluntaria; los ajustes de tasa de aporte en aquellos casos de sobrevivencia e invalidez; el aumento en los montos asignados para la Pensión Básica Solidaria (Ex – PASIS); el aporte previsional solidario adicional para aquellos cotizantes con montos bajos de jubilación, la reducción de la cotización obligatoria en salud; la rebaja en el transporte público; el teletrabajo, entre otros.

No obstante, pareciera ser que este conjunto de medidas siguen siendo insuficientes y tienden a impactar negativamente sobre las posibilidades de subsistencia y autonomía de nuestros adultos mayores. A modo ilustrativo, se estima que el salario mínimo de un adulto mayor en Chile no supera los $206.000 aproximadamente, encontrándose incluso bajo el salario mínimo exigido por ley.

Ante esta realidad, conviene preguntarse ¿De qué manera es posible avanzar en la instalación de un sistema de bienestar en la adultez tardía, entendiéndolo como un derecho fundamental? ¿Cómo se podría preparar la ciudadanía para afrontar exitosamente esta etapa del ciclo vital? ¿Repensar la jubilación y su relación con otros fenómenos como la migración y el aumento de las expectativas de vida? ¿Cómo dar el salto en la discusión desde la des-pensionalización del debate hacia la configuración de políticas públicas que asuman e integren verdaderamente la protección integral del adulto mayor? A nivel internacional, se ha observado un interés sistemático en torno a la revisión del sistema de pensiones y las condiciones de vida que enfrentan los gerontes. Prueba de ello, es que en los países adscritos a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como en la Unión Europea, se han enfocado en disminuir la pobreza en la vejez, particularmente en el caso de quienes no logran los montos de cotizaciones necesarias o no han cotizado nunca en el sistema; considerando que las mujeres representan a la mayoría de los pobres de edad avanzada en los países de la OCDE (D’Addio, 2013).

A nivel nacional, existe una sistematización interesante sobre el tema de la Jubilación (Biehl, Wormald y Browne, 2018) en el que se plantean algunos problemas y nudos críticos que adquieren interés por parte de la ciudadanía. Dicho estudio permite evidenciar una sobrestimación de la confianza en las capacidades futuras de las personas; una falta de planificación de largo plazo sobre la pensión, generando una visión pesimista sobre sus proyecciones actuales y futuras, incidiendo en definitiva, en una valoración negativa de la situación económica que aumenta, en la medida que se acerca a la edad de jubilación, altos niveles de inseguridad frente al sistema de pensiones, la instalación de una clase media vulnerable (conformada por familias que no reciben aportes del Estado ni del Mercado), etc.

Por ello, y a modo de conclusión, abogamos por la instalación de una discusión país que reconozca e integre verdaderamente las múltiples carencias y necesidades que enfrentan cotidianamente nuestros adultos mayores en Chile, posibilitando la emergencia de acciones que les permita mejorar al corto, mediano y largo plazo su calidad de vida. Nos parece que la sociedad mantiene una deuda histórica con este segmento de la población, puesto que muchas de las medidas descritas han estado orientadas al ámbito económico, olvidando aspectos tremendamente importantes tales como: corresponsabilidad frente al cuidado de la familia, apoyo social y bienestar subjetivo, envejecimiento activo; afrontamiento y superación de las desigualdades de género y sociales existentes en la vejez, etc.

En definitiva, aspiramos a la construcción de políticas públicas que sean sensibles con esta realidad, para enfrontar activamente las desigualdades imperantes en la sociedad, y que afectan mayoritariamente a los adultos mayores, las mujeres y las personas con más bajos ingresos. Sólo en la medida en que nos ocupemos de quienes han aportado tanto al país, estaremos verdaderamente construyendo una sociedad con mayor justicia social para todos y todas.

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Otras Voces en Educacion
Columna de Opinión
 ISSN: 2477-9695
17 de Agosto 2018

UN LLAMADO A LA CONTRACULTURA EN TIEMPOS Y ESPACIOS INCIERTOS

Diana Carolina Leguizamón Martínez
Psicóloga Pontificia Universidad Javeriana(Colombia)
Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo;
Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativa.
Doctor en Ciencias Humanas (Chile)

La historia de la humanidad está llena de ejemplos complejos y maravillosos que son el fiel retrato de la idea de que “toda victoria de luz, fue una batalla de sombras”. Los movimientos de contracultura de los años 60s, por ejemplo, nos recuerdan la potencia de las luchas por los derechos civiles con un activismo y una coherencia política tal, que no hay lugar en el mundo que no haya sido tocado por la ola emancipatoria de aquellos tiempos. Muhammad Ali, por ejemplo, subía al ring transmitiendo con su práctica el orgullo por su raza; cuando lo van a mandar a Vietnam él dice: “primero, a mí ningún Viet Cong me ha llamado negro” -pues con esa palabra los discriminaban-, “y segundo, esta es una guerra en la que los blancos mandan a los negros a matar amarillos para quedarse con la tierra que les robaron a los rojos”.

En la actualidad, eventos como las medidas de Trump frente a la migración y los asuntos sociales, las grandes oleadas de refugiados en Europa y una creciente y silenciosa derecha que se opone; los crecientes desplazamientos y muertes de personas en el oriente medio, el desplazamiento interno y violencia política en países latinoamericanos como Colombia, Venezuela o Nicaragua, las profundas desigualdades provocadas por las reformas escolares imperantes, nos llevan a preguntarnos: ¿Hemos retrocedido en todo lo que consiguieron los movimientos de lucha por los Derechos Civiles y Antiguerra en décadas anteriores?

La respuesta es: No. En 1815, cuando derrotan a Napoleón, se hace la Santa Alianza. Todo lo que tiene que ver con la Revolución Francesa, con la autodeterminación de los pueblos, con los derechos del hombre y la ilustración parecen quedar esfumados. En 1815 pareciera que todo estaba perdido y resulta que esa generación es la que posibilitaría la emergencia del Romanticismo, uno de los más importantes y liberadores de Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial se perdió todo el discurso de Occidente y fue necesario hacer reivindicaciones: hacer la declaración universal de los derechos humanos y repensar las dinámicas relacionales que organizaban la sociedad, al quedar todo pisoteado por el nazismo. Entonces los derechos son un ideal vuelto práctica, que hay que defender permanentemente. Enfrentamos una época en la que resulta prioritario recordar, resignificar y aprender de los errores cometidos.

Cuando se nace en una generación en donde se piensa que todo retrocedió, esa es la generación que comienza los cambios; por eso Sartre decía: “nunca fuimos más libres que durante la dominación alemana, porque solo bajo los nazis entendimos el verdadero valor de la libertad”. Fue de las frases más polémicas que lanzó, pero lo que decía era que, como humanidad, teníamos que pasar una prueba como esa para entender que la libertad era indispensable.

Ante las actuales crisis sociales, políticas, ambientales, económicas, de legitimidad de estado y de soberanía en Occidente, se ponen a prueba todos nuestros valores una vez más. Cuando los mínimos vitales para la convivencia y vida se encuentran amenazados, es necesario recordar las grandes movilizaciones que nos llevaron a ver hoy con ‘ojos de sentido común’ que los derechos que nos permiten vivir en libertad y dignidad se lograron a través de movilizaciones increíbles. Tales acciones y movimientos ciudadanos, sólo son posibles de reconocer a través de una apreciación crítica y reflexiva de nuestra historia. ¿Cómo vamos a repetir, qué podemos hacer? Todo esto hay que saberlo para no volver a incurrir en las mismas prácticas que fueron el tormento de muchos. Y si ocurre, tenemos que estar preparados para decir: eso ya pasó y no lleva a ningún lugar constructivo para la sociedad.

Nada se acaba y nada se impone definitivamente. Las utopías nacen en los días más oscuros. Estamos hablando de los espíritus de la libertad del hombre, que siempre están amenazados y siempre vuelven a surgir. La contracultura es la narración colectiva del espíritu de la libertad, y eso no depende de una época, es parte de la naturaleza humana, encontrándonos tal vez con un momento histórico para la educación y su enorme influencia sobre los procesos de transformación social tan anhelados, avanzando decididamente en una mayor justicia social para todos y todas.

Para Citar: Leguizamón, C. y Sandoval, E. (2018). Un Llamado a la Contracultura en Tiempos y Espacios Inciertos. Otras Voces en Educación. ISSN: 2477-9695. Recuperado de: http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/286711



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Columna de Opinión
12 de Agosto 2018
LA CREATIVIDAD: ¿UN FACTOR AUSENTE EN EL SISTEMA ESCOLAR CHILENO?
Ps. Dr. Eduardo Sandoval Obando
Académico e Investigador

De acuerdo al Índice Mundial de Innovación (GII) elaborado por Global Indices (INSEAD), la Universidad de Cornell y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI, perteneciente a Naciones Unidas), Chile ocupa el puesto N° 47, siendo el país mejor situado en Latinoamérica, seguido de Costa Rica (54°), y México (56°) respectivamente.

No obstante a lo anterior, resulta paradójico que a pesar de las diversas reformas escolares implementadas durante el último tiempo, muchas de ellas, convenientes al statu quo imperante, continúa observándose al interior del espacio y tiempo escolar la supremacía de la norma, la rutina y el creciente interés por estandarizarlo todo como garantía de calidad y mejora continua en la ‘administración burocrática’ de los procesos educativos a la que asisten los niños, niñas y jóvenes de nuestro país.

Esta dramática tendencia ha llevado a que la escuela se convierta en un espacio aburrido, monótono y coartador de las potencialidades de aprendizaje que poseen los educandos, incentivando mayoritariamente el predominio del pensamiento lógico matemático y la búsqueda de certezas, dentro de un mundo lleno de caos e incertidumbre en el que las dinámicas relacionales y de aprendizaje adquieren múltiples sentidos, significados y posibilidades, coherente con la complejidad de la vida misma.

Algunos investigadores (FONDECYT N° 1170019), pensamos que el no considerar esta realidad ha provocado la construcción de una única escuela, normalmente homogénea y aséptica, que no es capaz de contextualizarse en función de los sujetos que la habitan y de los territorios en donde estos se sitúan. Además, la construcción de esta escuela única se ha llevado a cabo desde un sujeto universal (Calvo, 2016; Moreno, 2016) que no responde al verdadero territorio educativo por el que transitan los educadores/as, los niños/as y los jóvenes junto a sus familias.

Desde esta perspectiva, nos parece necesario desescolarizar la institución escolar, avanzando en la exploración y comprensión crítica de las múltiples relaciones, saberes y experiencias que construyen los educandos más allá de los límites de la escuela. Es así como dentro de esta búsqueda, emerge la creatividad como un componente relevante del desarrollo emocional y cognitivo del ser humano. Como parte de este constructo, emergen aspectos tremendamente dinámicos y complejos que se manifiestan en abundancia y desde temprana edad en los niños y niñas, tales como la curiosidad, la exploración, el asombro, el entusiasmo y la despreocupación del error. No obstante a lo anterior, es preocupante la forma en que estas maravillosas potencialidades experimentan un progresivo anquilosamiento al interior de la escuela (Sandoval, 2012; 2014), producto de la lógica escolar que se limita a la enseñanza deliberada de contenidos, muchos de ellos descontextualizados, de los ambientes de origen del estudiante, así como de las necesidades y habilidades requeridas en el siglo XXI. Más aún, muchas veces la escuela no permite que el azar, la creatividad y la imaginación, la autonomía y la improvisación cumplan su rol educativo (Calvo, 2016). A propósito de lo anterior ¿Es posible visualizar la escuela como un ambiente desafiante y atractivo para el alumnado? ¿Para qué educamos? ¿La Institución escolar aspira a la transformación social o a la mantención del statu quo? ¿Fomentamos la creatividad en los procesos de enseñanza y aprendizaje actuales?

Las interrogantes esbozadas precedentemente nos obligan a repensar la escuela de hoy, aspirando a la generación de ambientes educativos activo – modificantes (Sandoval, 2017), capaces de reconocer y valorar la creatividad, como un ámbito del aprendizaje valioso y relevante, que fluye de manera autoorganizada conforme a las necesidades e intereses de cada educando. Más allá de las diversas reformas y propuestas de cambio implementadas en el sistema escolar Chileno, buscamos dar el salto desde el aprendizaje incidental al intencional; investigando y colaborando participativamente en la construcción de prácticas pedagógicas que avancen decididamente en la instalación de una pedagogía de la pregunta, posibilitando el surgimiento de interrogantes novedosas que le permitan al alumnado descubrir el mundo, más allá de los límites y formas definidas por el mapa escolar, sustentado por un currículum obligatoriamente definido desde el nivel central.

Finalmente, estamos interesados y abiertos en comprender la escuela más allá de los márgenes que la definen, reflexionando críticamente sobre los desafíos que demanda la sociedad actual en términos de aprendizaje y sobre los esfuerzos que debiésemos desarrollar como País, para incentivar la creatividad, el pensamiento crítico, el aprendizaje práctico, la resolución de problemas, el liderazgo y la inteligencia relacional, entre otras habilidades altamente requeridas en la actualidad.

Pensamos que los resultados y alcances de este programa de investigación, podrían convertirse en una vía para avanzar en la transformación de la escuela y la renovación de los procesos pedagógicos, permitiendo que dichos saberes transciendan el espacio académico y lleguen a la gente de una manera didáctica y comprensible para todos y todas.

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Columna de Opinión
20 de Julio 2018

ENVEJECIMIENTO EN CHILE: UNA DISCUSIÓN NECESARIA

Eduardo Sandoval Obando

Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas

Doctor en Ciencias Humanas
Académico e Investigador

Para muchas personas en nuestro país y el mundo, enfrentarse paulatinamente al proceso de envejecimiento se transforma en una experiencia altamente estresante y compleja, potenciada en parte, por una serie de prejuicios y mitos que la convierten una etapa evolutiva marcada por la soledad, el pesimismo, la pérdida de la salud y la pasividad, coincidiendo además con la jubilación y el nido vacío, entre otros cambios.

Lo cierto es que en nuestro país, existe una tendencia creciente al envejecimiento. Tal como lo señala el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), hay 2,8 millones de personas sobre 60 años, correspondiente al 16,2% de la población. En adición a lo anterior, y de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida promedio en Chile es de 80,5 años, siendo las mujeres mucho más longevas (83 años en promedio) que los hombres (79 años); estimándose que para el 2025 la población mayor de 60 años constituya un 20% de la cantidad de habitantes en el país, lo que superará el porcentaje de población menor de 15 años (Campos, Herrera, Fernández y Valenzuela, 2014).

En los países que presentan contextos de envejecimiento acelerado (como es el caso de Chile), una de las problemáticas psicosociales y de salud en la que debiésemos concentrar nuestros esfuerzos, giran en la generación de saberes actualizados que comprendan y aborden el fenómeno de la estimulación cognitiva – emocional, así como la dependencia de los adultos mayores en distintos ámbitos, no solo centrado en el déficit (enfermedad), avanzando hacia a la instalación transversal de un modelo socio-comunitario, participativo e interdisciplinario que haga hincapié en la promoción y la prevención, articulando eficazmente la perspectiva del envejecimiento activo.

Ahora bien, este proceso es altamente diferencial y asincrónico en sus manifestaciones biológicas, cognitivas y sociales. A saber, existe una gran variación entre los sujetos, pues cada individuo envejece de modo diferente de acuerdo a las características físicas y fisiológicas que posee, así como también por su estructura de personalidad, historia de vida, y por el contexto socioeconómico, político o cultural en el que se desenvuelve, configurando estilos de vida que pueden aumentar o disminuir la esperanza de vida del sujeto. La longevidad se explicaría en parte gracias a los avances de la medicina, el aumento de la cobertura y acceso en los servicios de salud, la mejora gradual en la calidad de vida de las personas y un mayor acceso a las redes de apoyo social disponibles en el país.

En este contexto, y en respuesta a los cambios demográficos nacionales e internacionales ya descritos, cobra relevancia la Psicogerontología, como ámbito del conocimiento interesado en el estudio y abordaje del envejecimiento psíquico normal y patológico; abarcando la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, así como la subjetividad construida por el sujeto que envejece. Durante los últimos años, se han concentrado los esfuerzos en investigar las potencialidades de la vejez, desde una perspectiva optimista y centrada en los recursos de las personas, visibilizando las oportunidades y desafíos socio-evolutivos, familiares y culturales de los sujetos, generando importantes contribuciones basadas en la evidencia, para facilitar la adaptación positiva y exitosa de las personas[1], incidiendo en definitiva, en una mejora sustancial de su salud física y mental. A modo de reflexión ¿Cómo visualizamos el envejecimiento en nuestra vida? ¿Qué es lo que le permite a una persona asumir positivamente esta etapa? ¿Cómo combatir la soledad y el pesimismo que socialmente se le atribuye a la vejez? ¿Qué estrategias y/o acciones podría implementar para enfrentar positivamente la transición a la vejez? ¿Por qué hablar de envejecimiento activo? ¿Qué impacto tendrá la creación del Consejo Consultivo del Adulto Mayor? ¿Al Estado le interesa verdaderamente transformar la dura realidad que enfrentan nuestros adultos mayores en Chile (observando críticamente las actuales políticas públicas en esta materia)?

A propósito de lo anterior, nos parece imprescindible reiterar la necesidad de que como país seamos capaces de reflexionar críticamente sobre este fenómeno y más aún sobre el panorama actual que enfrentan miles de adultos mayores en Chile, ‘sobreviviendo’ con pensiones y ‘ayudas solidarias[2]’ que cubren escasamente los costos asociados a vivienda, alimentación, salud, cultura, entre otros; considerando la economía actual y la tendencia creciente al alza de aquellos productos de primera necesidad.

Finalmente, reconocemos en las Ciencias Sociales y particularmente en la educación, un espacio relevante de discusión y concientización acerca del envejecimiento y la vejez. Por ende, adquiere importancia el que tempranamente seamos conscientes de las estrategias y/o acciones concretas que les permita a las personas valorar cada una de las experiencias y etapas del desarrollo, apostando por la convivencia positiva (es decir, aprender a vivir con otros distinto a uno; respetando las diferencias). Así, seríamos capaces de reconocer que la vida misma es un camino lleno de cambios y transformaciones, inundado encuentros y desencuentros entre las personas; y que si bien algunos cambios pueden estar a la base de ciertas limitaciones, hay que aprender a vivir con ellos. Estas pequeñas premisas deberían formar parte de los planes y programas de enseñanza del Ministerio de Educación (en sus diferentes niveles) y de la sociedad en su conjunto, de tal manera que los niños, niñas y jóvenes integren herramientas prácticas en torno a la promoción y prevención en salud, pero por sobre todo, estando mucho más conscientes de la realidad demográfica de nuestro país y del enorme rol que juegan y/o han jugado en nuestras vidas, los adultos mayores. Creemos que mientras más temprano comience esta concientización sobre el cuidado y respeto por el otro, existirán mayores posibilidades de lograr cambios actitudinales en nuestra forma de relacionarnos, avanzando decididamente en la construcción de una sociedad más democrática, justa y respetuosa para todos/as. Sin duda que la promoción de creencias y valoraciones positivas respecto a la vejez por una parte, permitirá que los más jóvenes aprendan a cuidar de su propia salud, contribuyendo (directa o indirectamente) a disminuir los riesgos de concomitancia de patologías asociadas al deterioro normal de esta etapa. Por otra parte, estas reflexiones pretenden favorecer el diálogo intergeneracional, indispensable en nuestros tiempos, germinando valores en torno a la afectividad, solidaridad y responsabilidad frente al autocuidado, pero por sobre todo, insistiendo en el importante desafío que tenemos por delante para abrir y/o consolidar espacios sistemáticos de valoración e integración para nuestros adultos mayores.

[1] En revisiones previas, existen consenso respecto a los beneficios de cultivar hábitos de vida saludable (alimentación, higiene de sueño, etc.), la autonomía y el aprendizaje para toda la vida; optimismo y visión positiva acerca de la vida; la importancia del autocuidado y la promoción de relaciones interpersonales positivas, entre otros (Sandoval, 2017).

[2] De acuerdo a estimaciones de la Superintendencia de Pensiones (2016), el monto promedio de las pensiones autofinanciadas es de $191.825 (7,29 UF) para vejez edad y $314.972 (11,97 UF) para vejez anticipada, aunque al agregar el Aporte Previsional Solidario (APS), el monto promedio de las pensiones sube hasta $209.981 (7,98 UF) para vejez edad y $330.761 (12,57 UF) para vejez anticipada.


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