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Araucanía Noticias

Opinión 
01 de junio 2020

El COVID19 se ha convertido en una amenaza a escala planetaria que ha impactado significativamente en las pautas de comportamiento y dinámicas relacionales de los individuos, provocando diversas consecuencias en el campo de la salud física y mental. Lo anterior, se encuentra fundamentado en diversos reportes internacionales en los que se evidencia un aumento (al corto, mediano y largo plazo) de los trastornos relacionados con el estrés, la ansiedad, la depresión y la alteración de los patrones de sueño y alimentación (Shigemura et al. 2020).

Sumado a lo anterior, y como una forma de reducir el número de contagios, se han implementado diferentes medidas en el marco del estado de excepción constitucional de catástrofe, tales como: toque de queda, cordones sanitarios, cuarentena obligatoria para mayores de 75 años, uso de mascarilla obligatoria, cierre de las fronteras, etc. No obstante, dichas medidas no han permitido contener la rápida propagación del virus, dificultando significativamente la trazabilidad de los nuevos casos y la respectiva vigilancia / control epidemiológica de los casos activos, alcanzando un total de más de 105.000 contagiados y el lamentablemente fallecimiento de más de 1100 personas desde la llegada del COVID19 a Chile.

Por lo tanto, y desde la psicología de la emergencia y la cultura de la prevención (Sandoval-Obando, 2019) nos parece importante enfatizar que las cuarentenas son una medida sanitaria indispensable para el control de la pandemia, siempre y cuando, la población las cumpla de manera responsable y sistemática, elevando las medidas de autocuidado y fortalecimiento del higiene. De lo contrario, su impacto sanitario se reduce significativamente. Es importante reiterar que dicha medida fomenta el distanciamiento físico, y no social entre las personas. En otras palabras, a pesar de que se ha hablado de aislamiento social y soledad como si fueran constructos similares, esta información podría inducir a un error de interpretación por parte de la población. Por ende, hay que aclarar que dichos términos son diferentes:

a) El aislamiento social: se desprende de la calidad, cantidad y disponibilidad de las relaciones sociales que una persona posee en su entorno próximo.

b) Soledad: se refiere a la percepción subjetiva de un individuo respecto a la ausencia de redes sociales y de apoyo potencialmente necesarias o indispensables para su vida cotidiana.

Por consiguiente, una persona puede experimentar la soledad y el distanciamiento físico, pero no estar aislado socialmente, y viceversa. Así, la pandemia ha puesto en evidencia que el aislamiento social y la soledad pueden afectar a todos los individuos, aún cuando existe una población de riesgo conformada por niños/as, jóvenes y adultos situados en contextos vulnerados, personas que viven solos/as; viudos/as o separados/as; personas mayores e individuos con co-morbilidades previas.

Finalmente, es importante reforzar el distanciamiento físico y potenciar las redes virtuales de apoyo social en la población. Mantenernos unidos/as a pesar de la distancia se transforma en un factor protector para nuestra salud mental en contexto de pandemia. Ejemplos de estas iniciativas han incluido el desarrollo de grupos de apoyo a través de plataformas en línea como Facebook, Twitter, Skype, Zoom o WhatsApp, la autogestión comunitaria para la gestión y priorización de necesidades; primera ayuda psicológica e intervención psicológica vía remota, monitoreo y vigilancia de pacientes crónicos a través de la telemedicina, etc.

Las intervenciones descritas podrían facilitar la interacción y la asistencia telefónica para la entrega de artículos esenciales y orientación / apoyo a los grupos más vulnerables, destacando su relevancia para la construcción sistemática de redes de apoyo social durante la pandemia. Sin duda, aún existen brechas digitales evidentes en nuestra población y grupos de riesgo, pero se transforma en un desafío país el que podamos reducirlas o en su defecto, ponerlas al servicio y disposición de quién más lo necesita.

Para citar: 
Sandoval-Obando, E. (2020, Junio 01). El distanciamiento es Físico, No Social. Araucanía Noticias. Recuperado de https://araucanianoticias.cl/2020/el-distanciamiento-es-fsico-y-no-social/0601181504
DOI: 10.13140/RG.2.2.31481.08803


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[1] Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas; Doctor en Ciencias Humanas; Postdoctorado© en Desarrollo Evolutivo (Facultad de Psicología, Universidad de Valencia, España). Investigador Responsable del FONDECYT de Iniciación Nº 11190028. Académico adscrito Escuela de Psicología e Investigador asociado al Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos (IdeSH), Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades – Universidad Autónoma de Chile (Chile). Correspondencia a: Eduardo.sandoval@uautonoma.cl

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Autocuidado en Contexto de Pandemia


25 de mayo 2020

Desde la experiencia acumulada en el campo de la psicología de la emergencia, es necesario enfatizar que gran parte de las catástrofes humanas no son sólo el resultado de un fenómeno natural u antrópico, sino que están vinculados a factores políticos, sociales, culturales y económicos que aumentan la vulnerabilidad y el riesgo.

Toda respuesta a un brote de una enfermedad -como el COVID 19- involucra responsabilidades personales, comunitarias y políticas. Por lo tanto, y más allá de las innegables desigualdades imperantes en Chile e independiente de las diferencias políticas o sobre la gestión de la emergencia sanitaria, se reitera el llamado a la responsabilidad, el autocuidado y la autoprotección a nivel familiar y socio-comunitario.

Las medidas sanitarias no son suficientes cuando la población exhibe conductas de riesgo tales como: precarios hábitos de higiene, no respetar el toque de queda y/o cordón sanitario, participar de reuniones y/o celebraciones familiares, incumplimiento de una cuarentena obligatoria, asistencia a centros de abastecimiento -ferias, supermercados, farmacias- sin medidas de seguridad, entre otras.

Es necesario fortalecer el intercambio de información y otros mecanismos de coordinación para la gestión y protección de la salud. Compartir ejemplos y experiencias de sistemas preventivos y de tratamiento, información actualizada sobre vacunas y medicina preventiva (fortalecimiento de la APS y la protección de la salud mental) y mecanismos de protección comunitarios centrados en el autocuidado.

Las complejidades e incertidumbres futuras sobre la salud global, junto con los cambios ambientales y sociales, aumentarán en el futuro. El desarrollo científico y tecnológico para hacer frente a las incertidumbres se está desarrollando y debe integrarse en la gestión de la emergencia en el contexto sanitario actual. Sólo así, podremos estar mejor preparados para afrontar las consecuencias al corto, mediano y largo plazo que traerá consigo el COVID 19 en Chile y el mundo.

Ver más: Researchgate

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El ABC de la emergencia en Chile y el recorte presupuestario a Bomberos


El primer Cuerpo de Bomberos basado en voluntarios nació en 1851 en el puerto de Valparaíso, con un sólido anclaje en los valores republicanos de la época, tomando como referencia la organización operativa de las brigadas bomberiles existentes en EE.UU. desde el siglo XVIII. Desde esa fecha y hasta la actualidad, Bomberos de Chile y sus voluntarios/as ha alcanzado un prestigio sólido por su gran profesionalismo, trabajo en equipo y vocación de servicio durante las múltiples emergencias y desastres en los que se han desplegado dentro y fuera del territorio nacional.

En este sentido, es importante enfatizar que las emergencias a las que responde Bomberos son diversas. De hecho, por la versatilidad que han mostrado sus voluntarios/as, son considerados a nivel mundial como un servicio de emergencia polifacético y multipropósito, que responde a una amplia gama de emergencias, originadas por la naturaleza (inundaciones, aluviones, terremotos, combate al fuego, entre otros), o de caracter antrópico (es decir, los eventos provocados por la acción u omisión del hombre), tales como como accidentes vehiculares, derrumbes, conflictos sociales, explosiones, pandemia, etc. Por ende su capacidad táctica y operativa les ha permitido alcanzar un alto nivel de profesionalismo, conformando equipos para el manejo de materiales peligrosos (HAZMAT) e inclusive grupos de rescate especializado (GERSA; rescate minero, en altura y vehicular, etc.).

Más aún, durante el 2001, se construyó el Manual de Operaciones Multi-Institucional ante Emergencias, elaborado bajo el patrocinio de la Comisión Nacional de Seguridad del Tránsito, y en cuya redacción participaron representantes de Salud, Carabineros de Chile y Bomberos. La experiencia mundial demuestra que hay tres instituciones claves que participan en la fase inicial de una emergencia, como parte de la primera respuesta: Bomberos, Carabineros y Salud. Es por ello que se habla del ABC de la Emergencia: (A) para las Ambulancias de Salud, (B), para Bomberos y (C), para Carabineros. Por lo tanto, de la oportuna coordinación y respuesta de estas tres instituciones depende, en gran medida, la protección de las personas, el medio ambiente y la propiedad.

En vista de lo anterior, resulta paradójico e incomprensible que en el contexto actual de pandemia, el Estado haya concretado una rebaja en el presupuesto de una institución tan querida como Bomberos de Chile. La rebaja dispuesta por la Dirección de Presupuestos (Decreto N°707 de Hacienda) alcanza la suma de M$3.755.793, representando un recorte de M$1.500.000 en recursos para la Capacitación de los voluntarios/as; M$1.450.000 comprometidos en el pago de carros bomba y material menor para los Cuerpos de Bomberos y M$805.793 para Ayudas Extraordinarias para Cuerpos de Bomberos, lo que representa una disminución global del 7,86% de los recursos aportados por el Estado, muy superior al ‘ajuste’ observado en otros organismos del estado.

Para enfrentar los desafíos que emergen durante las emergencias y desastres, Bomberos requiere no sólo de equipos modernos, sino también de capacitación técnica actualizada junto con un equipamiento operacional que salvaguarde la vida de sus voluntarios/as, para asegurar una oportuna y eficiente respuesta, 24/7 y durante los 365 días del año. No deja de llamar la atención que un país altamente vulnerable a la acción del cambio climático y su larga historia de desastres, superficialice el accionar de bomberos, coarte su presupuesto y limite su capacidad operativa. Ojalá la clase política pudiera estar a la altura de la formación valórica y de servicio que exhiben los voluntarios/as de Bomberos de Chile a lo largo del territorio nacional. Los profesionales de la emergencia merecen respeto, dignidad y reconocimiento. Merecen nuestro más sincero respaldo ciudadano!.

Ver más: El Mostrador

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