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Papeles de Población
México
Junio 2024
Etnia y ruralidad como ejes de la desigualdad social en Araucanía (Chile)

Resumen
El presente articulo analiza la desigualdad de la Región de la Araucanía a través variables socioeconómicas relevantes para la región como son la pobreza, la ruralidad, y la etnia, entre otras. Para ello se realizó un estudio cuantitativo a partir de información secundaria, el cual se desarrolló en base a la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN). Los resultados dan cuenta de las desventajas comparativas que presenta el territorio en relación con otras regiones y el país, además se muestra a una región golpeada por la pobreza y la desigualdad, la que se ve sustancialmente acentuada en el espacio rural, y más aún en los individuos pertenecientes al pueblo mapuche. La discusión se centra en que la pobreza y las condiciones de menoscabo social en general son producidos por la desigualdad (y no al revés), ya que esta no es solo una diferencia inocua, sino que un detrimento histórico generado consciente e intencionalmente, lo que trae consigo consecuencias negativas en los sujetos. La conclusión es que el racismo y la exclusión, sumado a la falta de solidaridad actual, hacen que se reproduzcan las condiciones desfavorables para el pueblo mapuche, especialmente los que residen en las zonas rurales.

Palabras Claves: Pobreza, mapuches, Araucanía, desigualdad social, ruralidad.

Para citar: Pareja-Arellano, N., Sandoval-Obando, E., & Riquelme-Brevis, H. (2024). Etnia y ruralidad como ejes de la desigualdad social en la Araucanía (Chile) actual. Papeles De PoblacióN, 29(118), 177-207. doi:10.22185/24487147.2023.118.32
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Individualismo en Contexto de Pandemia: ¿Un Reflejo de la Desigualdad en Chile?
15 de Abril 2020

De acuerdo a lo señalado por el MINSAL y las recomendaciones de la OMS, la ‘Cuarentena’ es una medida de salud pública con un propósito claro y específico: disminuir la velocidad de propagación del COVID 19 en una determinada zona. Por ende, es una herramienta con la que cuenta la Autoridad Sanitaria para aislar a una determinada población con alta concentración de casos positivos, reduciendo la posibilidad de contacto con población sana que no ha contraído el virus. Estas medidas se fortalecen con la implementación de aduanas sanitarias, es decir, un dispositivo de detención y control obligatorio por el que pasan todas aquellas personas que ingresan a una zona en cuarentena, siendo coordinadas por las Seremis de Salud y el resguardo de las FF.AA y de Orden.
A las medidas anteriores, se suma el ‘Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe’ en todo el territorio nacional dispuesto por el Presidente de la República, el pasado 18 de marzo con una vigencia de 90 días (amparado en la Constitución y la Ley Nº 18.415).

Sin embargo, y a pesar de lo anterior, las acciones descritas carecen de impacto sanitario cuando las personas descuidan sus hábitos de higiene personal (lavado frecuente de manos, mantención aislamiento físico, respeto al toque de queda, etc.) o peor aún, cuando algunas de ellas, muestran un total desinterés, respeto y escasa empatía hacia las comunidades en las que residen, incumpliendo la cuarentena sólo para ‘aprovechar’ el fin de semana largo (visitar la zona costera o la 2º vivienda, celebrar una fiesta, adulterar salvoconductos, celebrar reuniones a la que asisten más de 50 personas como lo eventualmente ocurrido en La Pintana e incluso burlar las barreras sanitarias vía aerea, etc.).


No podemos negar que somos seres sociales y necesitamos permanentemente del contacto con otros/as. Específicamente, desde las neurociencias se ha observado que en la infancia, la presencia de estresores crónicos y la falta de conexión (apego y estilos de crianza) afectarían el desarrollo del cerebro de forma permanente, provocando una alteración significativa en áreas específicas (tales como corteza prefrontal, sistema límbico y eje HHA) y funciones ejecutivas (atención, memoria, control de impulsos, etc.). Sabemos también la influencia positiva de vínculos seguros y nutricios en nuestras vidas para alcanzar un desarrollo socioemocional funcional. Estamos conscientes de que la situación provocada por el COVID 19 se ha transformando en un factor estresor para muchas personas y comunidades en el mundo, obligándonos a restringir al máximo nuestro contacto con otros/as, privilegiando el resguardo personal en nuestras casas. Pero ¿por qué es tan díficil que ciertas personas cumplan con lo mínimo en Chile (sólo quedarse en casa y no exponerse)? ¿Exceso de confianza o Egoísmo puro? ¿Oposición a la autoridad o simple negacionismo de la pandemia?

 Será que las conductas descritas precedentemente son el fiel reflejo de un país altamente desigual. En este sentido y lamentablemente, Chile ha estado históricamente entre los primeros puestos con mayor desigualdad económica y educativa (OCDE, 2019). De hecho, se encuentra por sobre todos sus vecinos directos en América del Sur (Argentina, Perú, Bolivia), de acuerdo a estimaciones del Banco Mundial, evidenciándose en definitiva que la indolencia y apatía de unos pocos, seguirá siendo uno de los factores más difíciles de controlar en esta pandemia. Peor aún, continuará siendo un foco de riesgo sanitario para muchos, que opaca (directa o indirectamente) el trabajo de quienes no han podido quedarse en casa, para cumplir abgnedamente con sus responsabilidades profesionales (personal de salud, FF.AA y de Orden, organismos de emergencia, personal aseo y ornato, trabajadores de supermercados y farmacias, etc.).

Por último, esta pandemia nos demuestra que no basta con tener un buen manejo económico o cifras estables de crecimiento, cuando se sigue reproduciendo anacrónicamente las desigualdades imperantes en las que la vida humana son sólo cifras. Al contrario, necesitamos avanzar en mayor democracia y justicia social para salir fortalecidos, cohesionados y comprometidos con la construcción de un país que promueve un desarrollo sostenible para todos/as.

Publicado enEl Mostrador

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