La Ansiedad en Contexto de Pandemia
09 de Junio 2020
El distanciamiento físico, la alteración de nuestras rutinas cotidianas como consecuencia de la cuarentena, la sobrecarga de tareas y roles que emergen en torno al teletrabajo, el miedo al contagio o la incertidumbre frente a la pandemia son algunos de los factores que estarían incidiendo en un aumento gradual de los niveles de ansiedad en las personas, impactando negativamente en la calidad de vida de las personas.
Según reportes internacionales, la ansiedad se ha presentado en cerca de un 30% en población general de China (Wang et al., 2020), en el 29% de trabajadores/as de la salud (González, 2020). En otro trabajo realizado en Canadá, se observó que al menos el 7% de la población estaba ‘preocupada’ frente a la propagación del COVID19 (Asmundson y Taylor, 2020). Cifras similares se han reportado en Italia, España, Estados Unidos, Reino Unido y Pakistán (OMS, 2020).
A partir de esta situación, resulta importante aclarar que la ansiedad alude a la combinación de diversas reacciones fisiológicas, cognitivas y motoras que no son atribuibles a la presencia una amenaza o peligro real, sino que emergen de manera imprevisible e intensa -una crisis- o bien como un estado persistente y difuso frente a una potencial amenaza. Precisamente por ello, la ansiedad se vincula con la anticipación de peligros futuros, confiriéndole un sentido y propósito funcional a la conducta humana, actuando como un mecanismo biológico adaptativo de protección y preservación ante posibles daños a los que pudiese enfrentarse el ser humano.
Cuando los niveles de ansiedad se elevan de manera desproporcionada frente a un evento, impulsan la generación de manifestaciones patológicas que impactan negativamente en el plano cognitivo-emocional y funcional de las personas. Específicamente, se suscita un estado de hiperactivación -nerviosismo- e inquietud -agitación y tensión- frente a la anticipación de un daño potencial hacia el individuo, acompañado de reacciones fisiológicas como aumento de la frecuencia cardiaca, hiperventilación, sudoración, fatiga, etc. Además de cognitivas con pensamientos intrusivos o catastróficos.
Desde la academia existen algunas recomendaciones que pueden seguirse para manejar de mejor manera la ansiedad. Por ejemplo, evitar lo que se ha llamado Infodemia, o exceso de información. Cuando estamos sobresaturados de información, es importante informarse sólo en fuentes oficiales, filtrando y dosificando para mantenernos actualizados sobre lo que ocurre, evitando la difusión de noticias falsas, ya que sólo generan confusión y alarmismo. Se recomienda promover las prácticas de autocuidado. El buen dormir, sumado a una alimentación saludable, actividad física regular y equilibrio en la rutina cotidiana favorecen un afrontamiento positivo frente a la pandemia.
A pesar del distanciamiento físico, es necesario mantener las redes de apoyo emocional. Hablar a diario con familiares y seres queridos permite dar soporte a otros/as y ayuda a sentirse mejor. El teletrabajo, los quehaceres del hogar o la crianza de los hijos/as demandan tiempo, dedicación y tener una distribución equitativa entre los integrantes de la familia permite enfrentar de mejor manera la crisis. No hay que olvidar las pausas breves de activación que permitan oxigenarse y distraerse.
La pandemia continuará operando como un factor de riesgo potencial para la salud mental de las personas, haciendo esperable que a corto, mediano y largo plazo se incrementen los trastornos relacionados con la ansiedad. Estamos viviendo una situación excepcional y compleja, es difícil, pero hay que disfrutar de las pequeñas cosas que nos entrega la vida: compartir en familia, ver el atardecer, aprender algo nuevo, valorar la importancia de los afectos, son una invitación a pensar positivo, valorar la vida y convertir esta crisis en una oportunidad.
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Para citar:
- Sandoval-Obando, E. (2020, Junio 09). La Ansiedad en Contexto de Pandemia. Centro de Comunicación de las Ciencias. Recuperado de https://ciencias.uautonoma.cl/noticias/ansiedad-en-contexto-de-pandemia/ Doi: 10.13140/RG.2.2.24346.67527
Araucanía Noticias
Opinión
01 de junio 2020
El COVID19 se ha convertido en una amenaza a escala planetaria que ha impactado significativamente en las pautas de comportamiento y dinámicas relacionales de los individuos, provocando diversas consecuencias en el campo de la salud física y mental. Lo anterior, se encuentra fundamentado en diversos reportes internacionales en los que se evidencia un aumento (al corto, mediano y largo plazo) de los trastornos relacionados con el estrés, la ansiedad, la depresión y la alteración de los patrones de sueño y alimentación (Shigemura et al. 2020).
Sumado a lo anterior, y como una forma de reducir el número de contagios, se han implementado diferentes medidas en el marco del estado de excepción constitucional de catástrofe, tales como: toque de queda, cordones sanitarios, cuarentena obligatoria para mayores de 75 años, uso de mascarilla obligatoria, cierre de las fronteras, etc. No obstante, dichas medidas no han permitido contener la rápida propagación del virus, dificultando significativamente la trazabilidad de los nuevos casos y la respectiva vigilancia / control epidemiológica de los casos activos, alcanzando un total de más de 105.000 contagiados y el lamentablemente fallecimiento de más de 1100 personas desde la llegada del COVID19 a Chile.
Por lo tanto, y desde la psicología de la emergencia y la cultura de la prevención (Sandoval-Obando, 2019) nos parece importante enfatizar que las cuarentenas son una medida sanitaria indispensable para el control de la pandemia, siempre y cuando, la población las cumpla de manera responsable y sistemática, elevando las medidas de autocuidado y fortalecimiento del higiene. De lo contrario, su impacto sanitario se reduce significativamente. Es importante reiterar que dicha medida fomenta el distanciamiento físico, y no social entre las personas. En otras palabras, a pesar de que se ha hablado de aislamiento social y soledad como si fueran constructos similares, esta información podría inducir a un error de interpretación por parte de la población. Por ende, hay que aclarar que dichos términos son diferentes:
a) El aislamiento social: se desprende de la calidad, cantidad y disponibilidad de las relaciones sociales que una persona posee en su entorno próximo.
b) Soledad: se refiere a la percepción subjetiva de un individuo respecto a la ausencia de redes sociales y de apoyo potencialmente necesarias o indispensables para su vida cotidiana.
Por consiguiente, una persona puede experimentar la soledad y el distanciamiento físico, pero no estar aislado socialmente, y viceversa. Así, la pandemia ha puesto en evidencia que el aislamiento social y la soledad pueden afectar a todos los individuos, aún cuando existe una población de riesgo conformada por niños/as, jóvenes y adultos situados en contextos vulnerados, personas que viven solos/as; viudos/as o separados/as; personas mayores e individuos con co-morbilidades previas.
Finalmente, es importante reforzar el distanciamiento físico y potenciar las redes virtuales de apoyo social en la población. Mantenernos unidos/as a pesar de la distancia se transforma en un factor protector para nuestra salud mental en contexto de pandemia. Ejemplos de estas iniciativas han incluido el desarrollo de grupos de apoyo a través de plataformas en línea como Facebook, Twitter, Skype, Zoom o WhatsApp, la autogestión comunitaria para la gestión y priorización de necesidades; primera ayuda psicológica e intervención psicológica vía remota, monitoreo y vigilancia de pacientes crónicos a través de la telemedicina, etc.
Las intervenciones descritas podrían facilitar la interacción y la asistencia telefónica para la entrega de artículos esenciales y orientación / apoyo a los grupos más vulnerables, destacando su relevancia para la construcción sistemática de redes de apoyo social durante la pandemia. Sin duda, aún existen brechas digitales evidentes en nuestra población y grupos de riesgo, pero se transforma en un desafío país el que podamos reducirlas o en su defecto, ponerlas al servicio y disposición de quién más lo necesita.
Para citar:
Sandoval-Obando, E. (2020, Junio 01). El distanciamiento es Físico, No Social. Araucanía Noticias. Recuperado de https://araucanianoticias.cl/2020/el-distanciamiento-es-fsico-y-no-social/0601181504
DOI: 10.13140/RG.2.2.31481.08803
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[1] Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas; Doctor en Ciencias Humanas; Postdoctorado© en Desarrollo Evolutivo (Facultad de Psicología, Universidad de Valencia, España). Investigador Responsable del FONDECYT de Iniciación Nº 11190028. Académico adscrito Escuela de Psicología e Investigador asociado al Instituto de Estudios Sociales y Humanísticos (IdeSH), Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades – Universidad Autónoma de Chile (Chile). Correspondencia a: Eduardo.sandoval@uautonoma.cl