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SUR ACTUAL
Por Eduardo Sandoval Obando [2], psicólogo. (Publicado en Sur Actual) Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
La educación es uno de los pilares fundamentales que orienta y caracteriza el destino de un país así como sus posibilidades de desarrollo futuro, siendo una de las instancias más relevantes de socialización y enriquecimiento cognitivo de todo niño/a y adolescente. No obstante a lo anterior, pareciera ser que en Chile las diversas reformas escolares generadas desde el nivel central continúan olvidando y postergando la primera infancia, la educación técnico profesional y la autonomía real de los centros educativos, producto de lógicas socio-políticas fragmentarias, cortoplacistas, descontextualizadas y convenientes al modelo económico imperante. Como muestra de lo anteriormente descrito, los resultados 2016 del Sistema de Medición de la Calidad de los Aprendizajes (SIMCE) vuelve a recordarnos la brecha existente entre colegios privados versus los públicos, con una diferencia sostenida durante los últimos 10 años de 100 puntos (es decir, los niños/as de escuelas ricas y pobres tienen 2 años escolares de distancia). De esta manera, observamos un espacio y tiempo escolar dominado por una política neoliberal y deshumanizadora, que ha originado y orientado los sufrimientos de muchas personas, y por otra parte, ha perpetuado el enriquecimiento de los grupos dominantes; aumentando el malestar en nuestra sociedad y deteriorando la calidad de vida y oportunidades educativas de millones de personas en el mundo (Stiglitz, 2012). Desde una perspectiva crítica, resulta importante generar instancias de reflexión y discusión en los diversos ambientes en que nos desenvolvemos como ciudadanos/as (trabajo, grupo de pares, organizaciones civiles, juntas de vecinos, centros culturales o deportivos, academia, etc.) acerca del rol y/o lugar que ocupamos en la construcción participativa y democrática de nuestro país, apuntando a la generación de una verdadera reforma educacional que nos permita acabar con las desigualdades sociales. En otro plano y con la finalidad de incitar la discusión, nos preguntamos ¿Con qué tipo de educación soñamos? ¿Cuáles son las habilidades necesarias para un desenvolvimiento exitoso en el siglo XXI? ¿De qué manera participo en el proceso educativo de mi hijo/a? ¿Conozco y comprendo el sentido valórico y educativo del centro escolar donde asisten mis hijos/as? ¿Qué naturaleza han tenido las relaciones construidas a lo largo de mi trayectoria escolar formal?. Creemos que las Ciencias Sociales no pueden estar ajenas a estos fenómenos de tensión sociocultural que repercuten en la escuela. Sobre todo en tiempos de transición política, en que nos acercamos rápidamente a las elecciones presidenciales y en donde los candidatos debieran ser capaces de explicitar con claridad, un programa de gobierno pertinente, relevante y acorde a las necesidades educativas actuales de nuestra sociedad. A modo de propuesta, existen experiencias investigativas locales[1] que nos permiten caracterizar y reconocer ambientes educativos activo modificantes que despiertan y potencian los recursos personales de todo educando, por parte de educadores/as comprometidos con su profesión (es decir, disfrutan de la posibilidad de enseñar y asumen su práctica profesional de manera desafiante e innovadora), se reconocen a sí mismos/as como verdaderos agentes de cambio en las escuelas (liderazgo pedagógico), promueven cotidianamente con el alumnado una relación positiva educador / educando; incentivan la participación activa de sus estudiantes; reflexionan críticamente acerca de su desempeño profesional y persiguen nuevas instancias de desarrollo profesional (redes de tutorías por ejemplo) y se esfuerzan por desarrollar una pedagogía de la pregunta (motivan al estudiante en la generación de nuevos y complejos saberes, convirtiéndolo en un/a investigador que utiliza y emplea adecuadamente las diversas fuentes de información disponibles, para la solución de los interrogantes que se le plantean, transitando decididamente hacia la autorregulación en el aprendizaje). Finalmente, realizamos un llamado sincero y franco a los ciudadanos/as para que indaguen y sometan a un análisis profundo los discursos y compromisos que expresen los/as candidatos presidenciales acerca del destino educativo de nuestro país. Estamos conscientes y deseosos de transformar el sistema escolar actual que segrega, estandariza y burocratiza los procesos educativos, para avanzar hacia un espacio y tiempo escolar que potencie verdaderamente la curiosidad, autonomía, pensamiento crítico, creatividad y colaboración en nuestros educandos. Es tarea de todos/as construir un país mejor.



 [1] Estas reflexiones y criterios de acción pedagógica forman parte de la tesis doctoral desarrollada por el autor, titulada “El Docente como Mediador Emocional y Cognitivo de Jóvenes en Contextos Vulnerados: Tensiones y Desafíos para la Transformación de la Práctica Pedagógica”. [2] Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Modelo Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
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Columna de Opinión – Sur Actual
28 de Diciembre 2016 
Sur Actual
Por Eduardo Sandoval Obando*

Chile y su complejidad territorial, nos expone a múltiples amenazas de sismos / terremotos, erupciones volcánicas, marejadas / tsunamis, inundaciones / sequías, incendios forestales, etc. No es casualidad que la seguidilla de desastres socio-naturales ocurridos en nuestro país, durante el último tiempo (terremoto del 27 Febrero 2010; Inundaciones en el Norte; Erupción del Volcán Villarrica y Calbuco durante el 2015 así como lo recientemente ocurrido con el sismo de 7,6 grados en la Escala de Richter, con epicentro en Melinka, Región de Aysén), recalcan la necesidad de promover y reforzar en la ciudadanía, los equipos de salud y/o emergencia, una mayor capacidad de respuesta para hacer frente a estas problemáticas.
Por ello, adquiere relevancia la Psicología de la Emergencia, como un ámbito de la Psicología, especializado en responder al tratamiento de personas y/o comunidades que experimentan el trauma, tras la presentación de un evento que altera significativamente su calidad de vida y el normal funcionamiento de los servicios básicos de una comunidad.
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Con fines educativos, nos parece oportuno explicar que los Ejes prioritarios de acción dentro del ciclo de un desastre, los que podemos categorizar en las siguientes fases:
Antes de un Desastre 
Prevención, Reacción, Preparación y Alerta: en este ámbito, incluimos el conjunto de acciones y estrategias que pueden emprender las comunidades o un Estado, para impedir la ocurrencia de fenómenos que causen o den lugar a emergencias, reduciendo el peligro y/o delimitando las condiciones que incrementen los daños producidos por un desastre socio-natural. Creemos que en este ámbito, cobra sentido refranes como “más vale prevenir que curar”, “Juan Segura Vivió 100 años”, etc., sentando la necesidad de que todas las personas de un determinado territorio / nación / estado sean proactivas y responsables en generar acciones concretas que reduzcan los riesgos vinculados a una determinada amenaza[1].
A nivel técnico, apunta al conjunto de medidas (estructurales y no estructurales) de intervención emprendidas con anticipación a la ocurrencia de un fenómeno o evento potencialmente destructor de origen natural o antrópico, para reducir o eliminar al máximo el impacto adverso (riesgo) en las poblaciones, medios de subsistencia, sociedad y ambiente (Programa DELNET-ONU, 2008).
Tales actividades y medidas, permiten reducir la vulnerabilidad, y asegurar una respuesta eficaz ante el impacto de amenazas incluyendo la emisión oportuna y efectiva de sistemas de alerta temprana, la evacuación temporal de la población, la creación o reforzamiento de capacidades, el establecimiento de policitas, estándares, arreglos de organización y planes operativos, la protección de propiedades del área amenazada, etc.
A modo de ejemplo, cada uno de nosotros podría generar acciones tan diversas e importantes como: revisión infraestructura general de nuestro hogar (instalaciones eléctricas, conexión de gas, limpieza de canaletas, reposición de vidrios en mal estado, etc.), pautas básicas de autocuidado de nuestra salud; mantención de un kit básico de emergencias, incluyendo: botiquín primeros auxilios, agua (2 litros por persona), linternas (y pilas de repuesto), radio portátil, dinero en efectivo, comida enlatada y abrelatas, etc.; manejo de un plan de comunicación entre familiares, ante situaciones de emergencias (alternativo a la llamada telefónica), para no colapsar redes telefónicas, etc.
De acuerdo a lo anterior, resulta interesante reflexionar en torno a ¿qué tan proactivos somos en esta materia? ¿Cómo incentivamos una cultura de la prevención en nuestra sociedad? ¿De qué manera colaboramos con nuestras autoridades en la mantención del orden público, cuando ocurre una catástrofe? ¿Valoramos la alta capacidad técnica y el reconocimiento internacional con el que cuentan instituciones como Bomberos de Chile?, etc. 
Durante un Desastre
Respuesta ante la Emergencia: Etapa de atención inmediata por parte organismos técnicos especializados (ONEMI, Fuerzas Armadas y de Orden, etc.), que corresponde a la ejecución de las acciones prevista en la etapa de preparación y que, en algunos casos, ya han sido antecedidas por actividad de alistamiento y movilización, motivadas por la declaración de diferentes estados de alerta. Corresponde a la acción inmediata para la atención oportuna de la población afectada por el desastre socio-natural. 
Tras la Presentación de un Desastre
Reconstrucción y Rehabilitación: Proceso de reparación, a mediano y largo plazo, del daño físico, social, económico, psicológico, etc., a un nivel de desarrollo igual o superior al existente antes del evento. Es decir, consiste en la reparación de la infraestructura y la restauración del sistema de producción, a mediano o largo plazo, con miras a alcanzar o superar el nivel de desarrollo previo al desastre. En este punto, adquiere importancia el apoyo social y las redes comunitarias para resignificar el impacto de una catástrofe en la población (particularmente, cuando existen pérdidas de vidas humanas).
Finalmente, nos parece que como país hemos dado avances importantes en este ámbito (quizás aprendiendo de los errores), pero nuestra complejidad geográfica y territorial nos obliga a que cada ciudadano sea capaz de informarse acerca del rol que podemos adoptar ante estos eventos, facilitando la acción de los organismos técnicos (ONEMI, SHOA, Fuerzas Armadas y de Orden, Bomberos de Chile, CONAF, etc.), que nos permitan salvaguardar la vida de nuestros habitantes. El destino de un país, lo construimos todos… Seamos responsables y colaboremos en la cultura de la prevención.
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Modelo Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
[1] Es el factor de riesgo externo, representado por un peligro latente asociado a un fenómeno físico de origen natural, tecnológico o antrópico (provocado por el hombre) produciendo efectos adversos en las personas, los bienes, y/o el medio ambiente.
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Columna de Opinión – Sur Actual
Octubre 2016 

                                                                                                            Por Eduardo Sandoval Obando*

Las últimas elecciones municipales realizadas en nuestro país reflejan según el Servel (2016) que con un 97, 21 % de las mesas escrutadas la participación alcanzó sólo un 33, 9 %. Esto equivale a un total de 4 786 498 votos, de un padrón total de 14 121 316 ciudadanos habilitados para votar. Esta tendencia ya se visualizaba en las pasadas elecciones municipales de 2012, donde participó el 43,2 % de un padrón estimado de 13 404 084, vale decir, 5 797 630 votantes, de manera que el padrón electoral de Chile alcanza una abstención del 65 %. Ahora bien, ¿cómo podríamos interpretar estos resultados? ¿Cuál es el mensaje que quieren enviar los no – votantes a la clase política? ¿Cuál es el impacto real de esta abstención en términos políticos, económicos, educativos y/o culturales? ¿Cuál es el grado de representatividad real de las autoridades municipales electas?
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Lo cierto es que la alta abstención electoral devela una problemática instalada en nuestra sociedad, caracterizada por un descontento generalizado, desinterés y desafección sostenida hacia el sistema político imperante en Chile, que nos obliga a la reflexión y el análisis profundo por parte de las Ciencias Sociales así como a todo aquel ciudadano que cree en la construcción participativa y propositiva de un Chile más justo, igualitario y verdaderamente democrático.
No podemos olvidar que desde hace algunos años, las instituciones políticas chilenas evidencian una serie de síntomas tremendamente negativos para la ciudadanía (Caso CAVAL, PENTA, SQM, por ejemplo, donde la impunidad y el blindaje político es descarado), producto del comportamiento “éticamente reprochable” de diversos líderes y referentes políticos en los diversos ejes del servicio público (Salud, Educación, Economía, Gobierno, etc.), donde el lucro, el afán de poder y el éxito (al mínimo esfuerzo) instalan un clima enrarecido en la ciudadanía, marcado por la desconfianza, la impotencia y el repudio hacia quienes ostentan el poder en nuestro país.
Todo lo anterior se ve negativamente potenciado por el tráfico de influencias, el cuoteo político de los cargos de responsabilidad en el servicio público (Servicio Nacional de Menores por ejemplo, donde se culpan unos a otros por el actuar deficiente, irresponsable y negligente de un Estado que sólo acarrea personajes y “autoridades” con una formación ética y técnica cuestionable, en materia de infancia y adolescencia), facilitando la mercantilización de las reformas políticas, en que el dinero y los intereses de los grupos de poder dirigen implícita o explícitamente las decisiones de los “honorables” que nos representan en el congreso, afectando dramáticamente el sentido de la democracia.
Aunque la mirada parezca catastrófica, basta con revisar los estudios internacionales de diversos organismos (OCDE, Unicef, Cepal, OMS, etc.) que reflejan las profundas desigualdades sociales existentes en nuestro país, las que se ramifican como un tumor cancerígeno sin tratamiento efectivo, llevándonos a un camino sin retorno (o al menos, con un panorama sombrío y complejo, en materia de desarrollo).
Desde la sociología, la variación de la abstención es un fenómeno emergente y tremendamente complejo de definir, pero que se explica en parte por algunas diferencias en factores estructurales de nuestra sociedad, tales como la edad, contexto de origen, nivel educativo y socioeconómico, que, al afectar los recursos personales (y, en parte, el grado en que las decisiones políticas influyen en el bienestar individual) de cada elector, modifican la probabilidad de que cada elector vote. No obstante, y en palabras de Lutz (2005), la no-participación política de una parte de los ciudadanos en los regímenes democráticos es ciertamente una de las paradojas más difíciles de analizar y afrontar en el siglo XXI.
La realización de elecciones periódicas en un país como el nuestro (municipales, parlamentarias y/o presidenciales), no significa que se trate de un sistema político democrático, ni a la inversa. No cabe duda alguna de que todo sistema democrático tiene como virtud el libre albedrío. Es decir, no es solamente la libertad de ser elegido y la libertad de elegir a uno de los candidatos debidamente registrados, pues son libertades circunstanciales y acotadas, sino la libertad de hacer un uso radical y propositivo de su libertad de voto, puesto que un país se construye con la participación activa de todos sus ciudadanos, y por otra parte, obliga a quiénes están en el poder, a la renovación total de las visiones y castas políticas añejas que promueven el caudillismo político, la mantención del statu quo y la rotación de los mismos de siempre.
Un reflejo de esto es el bajo nivel de autocrítica reflejado por algunas autoridades de la región respecto a los resultados de la “Nueva Mayoría”, quienes se culpan unos a otros por los resultados, olvidando sus propias responsabilidades, desempeño y/o capacidad política para liderar y/o captar la atención de los votantes ante proyectos políticos repetidos, monótonos y escasamente creativos.
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Finalmente, y a modo de reflexión, creemos que la educación y la sociedad en general tienen un enorme desafío por delante en la tarea de recuperar aquellos procesos y espacios de formación ética, cívica y pensamiento crítico que nos permita dar el giro necesario en la construcción de un país cohesionado y verdaderamente constructivo para sus ciudadanos. Esperemos que experiencias como las de Sharp en Valparaíso, abran nuevas rutas o posibilidades de acción y transformación social en materia política.
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Modelo Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
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Columna de Opinión – Sur Actual
19 de Agosto 2016 
Sur Actual
Por Eduardo Sandoval Obando*
En tiempos de incertidumbre, inestabilidad socioeconómica y cuestionamientos transversales al sistema político imperante en nuestro país que ha instalado, o quizás perpetuado, un modelo económico que consolida las desigualdades sociales, resulta necesario y conveniente construir una mirada optimista y propositiva acerca de nuestras posibilidades de desarrollo cognitivo y emocional, particularmente en momentos en que sonreír, compartir con la familia, pensar positivo o disfrutar de algún pasatiempo (correr, andar en bicicleta, escribir, disfrutar de una cena, viajar, etc.), se convierte en una tarea titánica o una misión imposible, influido por las condiciones climáticas, los días grises, el exceso de trabajo y/o las presiones ambientales en las que paradójicamente nos comprometemos.
Por ello, nos acercamos a los planteamientos teóricos que se han construido desde la Psicología Positiva, asumido como un enfoque emergente de la psicología, que se aboca a la comprensión y profundización de todos aquellos aspectos que nos explicitan los aspectos valiosos y enriquecedores que nos entrega la vida. Dicho de otro modo, es el análisis de lo que va bien en la vida, desde el nacimiento hasta la muerte (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Dicho enfoque estudia la experiencia óptima, es decir, a las personas siendo y dando lo mejor de sí mismas en tiempos y espacios diversos, independientemente de las condiciones ambientales en las que se encuentren. De tal modo, las investigaciones realizadas, aportan una comprensión científica más completa y equilibrada de la experiencia humana, y al mismo tiempo, transmiten lecciones valiosas acerca de cómo construir una vida feliz, saludable, productiva y significativa (Park y Peterson, 2009).
En complemento con lo anterior, la Psicología Positiva proporciona un marco relacional integral para describir y entender en qué consiste una buena vida, explorando las experiencias subjetivas positivas (felicidad por ejemplo), los rasgos de personalidad que contribuyen al bienestar general (resiliencia, talentos, intereses, sabiduría, esperanza, etc.), la importancia de las relaciones interpersonales cercanas y afectivas (lazos de amistad, satisfacción marital, sensación de apoyo social, uso del tiempo libre, etc.) y cómo se construyen las organizaciones positivas (familias, escuelas, empresas, comunidades, etc.).
Lo cierto es que esta perspectiva teórica en ningún caso niega el dolor y el sufrimiento, tampoco compite con la psicología tradicional, sino que más bien, se esfuerza por analizar y comprender los factores personales, familiares, comunitarios y/o políticos que posibilitan la superación de las crisis en las personas, ayudándolos a fortalecer sus potencialidades y talentos, alcanzando un nivel de funcionamiento más eficaz ante las adversidades, asumiendo que la felicidad es una decisión personal y que la vida vale la pena vivirla.
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Chile junto con Corea del Sur, son las dos naciones en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir.
Ahora bien, los invitamos a observar con detenimiento su entorno cercano (familia, lugar de trabajo, ciudad en la que se encuentra, etc.)… ¿Cuántas personas de su entorno disfrutan lo que hacen? ¿Somos una sociedad que promueve el bienestar general de las personas (considerando la cantidad de horas que trabajamos por ejemplo)? Al recorrer las calles, ¿cuántas personas logra ver sonriendo o disfrutando de la posibilidad de caminar, mirar, escuchar u oír? ¿Cuántas veces no ha visto y/o escuchado a personas que sólo recurren a la fe, cuando tienen algún problema o dificultad? ¿Qué tan solidarios somos (más allá de ocuparnos del otro, en situaciones de catástrofe, apoyar a la Teletón, fomentar la donación de órganos ante casos emblemáticos, etc.)? ¿Cuántas veces hemos sido testigos de los cuestionamientos (implícitos o explícitos) que se emiten en torno al éxito de otras personas (porque quizás es parte de nuestra idiosincrasia, el ser “chaqueter@)? ¿Cuántas horas pasamos pensando y planificando el futuro, olvidándonos de vivir y disfrutar el presente? ¿Cómo cultivamos la felicidad en nuestros niños, niñas y adolescentes que se encuentran escolarizados? ¿Qué tan felices somos los Chilenos?[1]
Paradógicamente, la realidad de nuestro país es abrumadora, en términos de salud mental. Por ejemplo, la OMS señala que un 17,2 % de las personas en Chile sufre de depresión, lo que ubica al país por encima de los niveles mundiales de esta enfermedad. Asimismo, este organismo recomienda destinar un 5 % de los recursos en salud a esta área, pero contradictoriamente, la realidad nacional indica que solo se destina un 2,5 %. A este panorama, se suma que Chile junto con Corea del Sur, son las dos naciones en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir; el 35 % de los mayores de 15 años han sufrido un problema psiquiátrico, donde existen altas tasas de automedicación y en que las problemáticas de salud mental están relacionadas con el 26 % de las licencias médicas emitidas durante el último año.
Finalmente, estas reflexiones son una invitación a recuperar nuestra capacidad de disfrutar de las bondades que nos entrega la vida, de fijarse metas y perseguir nuestros sueños, de luchar por nuestra felicidad en los diferentes espacios en los que nos insertamos y de abogar por la construcción de espacios educativos capaces de identificar y potenciar transversalmente los talentos y habilidades de las personas (independientemente de sus contextos de origen), que contribuyan a una vida plena y saludable. Esta vida es una sola y ¡vale la pena vivirla!

[1] De acuerdo al Informe Mundial de la Felicidad 2016, desarrollado por un panel de expertos de la ONU, en los que se investigó la realidad de 156 países, encontramos a nivel latinoamericano que Brasil aparece en el lugar 17, México en el (21), Chile (24), Panamá (25) y Argentina en el 26 respectivamente. Para mayor información, puede acceder a: http://worldhappiness.report/Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
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Columna de Opinión – Sur Actual
12 de Julio 2016 
Sur Actual
Por Eduardo Sandoval Obando*

Desde hace algún tiempo, las reflexiones y tensiones pedagógicas que emergen desde el sistema de educación superior instalado en Chile dan cuenta de una realidad preocupante y paradójicamente orientada por las reglas y/o necesidades de un sistema económico que promueve implícita o explícitamente las desigualdades sociales que muchas veces cuestionamos como sociedad. En este contexto, observamos el explosivo aumento de la “oferta” existente en la educación superior, lo que se traduce en que la mayoría de las regiones de nuestro país ha aumentado la matrícula gradualmente desde el 2005 a la fecha. Es así como en la región de Los Ríos pasamos desde una matrícula de 11.256 estudiantes a 22.139 en el presente año[1].
Es preciso indicar que este aumento se vio impulsado por la creación del Crédito con Aval del Estado (CAE), como “beneficio” que impulsaría el acceso a la educación superior del alumnado con problemas de financiamiento. Sin embargo, este crédito se ha transformado en un verdadero dolor de cabeza para muchos estudiantes y jóvenes profesionales, que se han tenido que endeudar sistemáticamente para cubrir los intereses provocados por este “crédito”. Según estimaciones del Banco Mundial[2], los jóvenes que tuvieron la opción de estudiar gracias a este crédito adquirirán una deuda casi 180% mayor de lo que será su ingreso anual cuando se titulen y se incorporen al mercado del trabajo.
Más aún, las cifras indican que el porcentaje de sueldo que deberán destinar los estudiantes, una vez convertidos en profesionales, para cubrir la deuda provocada por el CAE, bordea entre el 15% a 18% de su ingreso mensual, viéndose mayormente afectados aquellos jóvenes profesionales que se desempeñan en las carreras de pregrado peor pagadas de Chile, tales como: técnico en párvulos, psicopedagogía, pedagogía (en artes, educación básica, educación física, diferencial, etc.), periodismo, psicología, diseño gráfico, etc. Pero ¿Cuál es la pertinencia, sustentabilidad y/o calidad formativa que entregan estos programas? ¿Los procesos de acreditación en la educación superior chilena son capaces de evaluar técnica y objetivamente este explosivo aumento de Programas?
Al respecto, creemos que la calidad educativa sigue siendo un tema pendiente en nuestro país. Por ello, nos referiremos al desempeño de Chile en la Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos[3] (PIAAC), instrumento liderado y organizado por la OCDE, el que da cuenta de las falencias y desigualdades que continúan minando el destino educativo de nuestro país. Los datos muestran que el 67% de las personas adultas presentan bajo desempeño en comprensión lectora y/o razonamiento matemático, mientras que un 48% muestra bajo desempeño en ambas competencias.
Es decir, prácticamente la mitad de los chilenos entre 16 y 65 años sólo puede completar tareas básicas como lectura de textos breves y sencillos y procesos matemáticos básicos como, por ejemplo, contar dinero. Estos resultados son bajos respecto del promedio de la OCDE. De modo que sólo el 5% tiene comprensión lectora y aritmética adecuada para el ejercicio de su profesión.
Tales hallazgos hacen esperable que muchos de nuestros estudiantes tengan dificultad significativa en la compresión y uso de múltiples fuentes bibliográficas (usar un libro, empleando su índice temático o por autores; acceder a revistas científicas; analizar y comprender información, etc.), falencias significativas en la redacción y escritura de textos científicos, uso inadecuado del tiempo libre, hábitos, técnicas y estrategias de estudio deficientes, bajo sentido de responsabilización frente a su proceso educativo (pasividad intelectual y escasa curiosidad epistemológica), afirmando que sólo por el hecho de pagar una colegiatura pueden ser merecedores de un “cartón profesional” que los habilite para el ejercicio de una determinada profesión u ocupación, etc.
Tal contexto se ve potenciado por reglamentos académicos que muchas veces nivelan hacia abajo, fomentando la ley del mínimo esfuerzo con tal de contar con una matrícula estable de estudiantes. Por supuesto que las causas de esta realidad son diversas y complejas, pero no podemos dudar que este sistema ha favorecido la proliferación abusiva de programas (muchos de ellos, de dudosa calidad) y el egreso de muchos profesionales que no logran adquirir las competencias mínimas requeridas, para desarrollar una tarea, actividad u oficio con un alto nivel de logro y satisfacción.
Finalmente y a modo de reflexión ¿Este es el Chile que queremos construir? ¿Estamos interesados o no, en proponer estándares mínimos de funcionamiento, entre las Universidades, que garanticen la calidad y pertinencia de los programas de formación que se imparten? ¿Cuál es la formación ética y/o valórica que están recibiendo nuestros estudiantes en la actualidad? si observamos a diario ejemplos impunes de corrupción, malversación de fondos públicos, financiamiento irregular de las campañas políticas, uso abusivo del “pituto” en los cargos públicos, tráfico de influencias, pensiones de jubilación vergonzosas para miles de trabajadores que lo dieron todo por Chile, en contraste con los millonarios sueldos de los políticos chilenos, etc.)?
A nuestro juicio, creemos en la educación pública, gratuita y de calidad… pero este sueño sólo será posible, en la medida que se implementen reformas estructurales y profundas al sistema (político, educativo, económico, social, cultural), que avancen decididamente en la construcción de una democracia activa, crítica y propositiva de sus ciudadanos y de quienes elegimos para que nos representen en los poderes del Estado.
Eduardo Sandoval Obando
Psicólogo. Postítulo en Sexualidad y Afectividad (U. de Chile). Diplomado en Docencia Universitaria. Diplomado en Salud Familiar (U. de Chile). Magíster en Educación, Mención Políticas y Gestión Educativas. Doctor © en Ciencias Humanas, UACH. Interventor Clínico en Salud Mental – Atención Primaria.
Correspondencia a: eduardo.sandoval@correo.udc.es
[1] Para ahondar en esta materia, puede acceder y visitar el Sitio Web del Consejo Nacional de Educación, en la sección Estadísticas de Educación Superior: http://www.cned.cl/public/secciones/SeccionIndicesPostulantes/Indices_Sistema.aspx  
[2] Desde su concepción en 1944, el Banco Mundial ha pasado de ser una entidad única a un grupo de cinco instituciones de desarrollo estrechamente relacionadas. Su misión evolucionó desde el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) como facilitador de la reconstrucción y el desarrollo de posguerra al mandato actual de aliviar la pobreza en el mundo, coordinándose muy de cerca con su afiliado, la Asociación Internacional de Fomento, y otros miembros del Grupo del Banco Mundial: la Corporación Financiera International (i) (IFC, por sus siglas en inglés), el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (i) (MIGA, por sus siglas en inglés) y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (i) (CIADI). Para Mayor Información, acceder a: http://www.bancomundial.org/
[3] La Evaluación de competencias de adultos evalúa las competencias cognitivas de los adultos en tres dominios fundamentales. Se considera que estas competencias clave y esenciales proporcionan una base para el desarrollo de competencias y destrezas cognitivas de mayor complejidad y que son prerrequisitos para entender y acceder a ciertos campos de conocimiento. Además, estas competencias son necesarias en un amplio rango de contextos, que abarcan desde el campo educativo hasta la vida diaria. Las competencias evaluadas son: Comprensión lectoraComponentes de lecturaCapacidad de cálculoCapacidad para resolver problemas en contextos informatizados. Mayor Información:http://www.oecd.org/skills/evaluaciones-de-competencias/elementosprincipalesdelaevaluacionpiaac.htm
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