Columna de opinión

ENVEJECIMIENTO EN CHILE: UNA DISCUSIÓN NECESARIA


Columna de Opinión
20 de Julio 2018

ENVEJECIMIENTO EN CHILE: UNA DISCUSIÓN NECESARIA

Eduardo Sandoval Obando

Psicólogo; Magíster en Educación, Políticas y Gestión Educativas

Doctor en Ciencias Humanas
Académico e Investigador

Para muchas personas en nuestro país y el mundo, enfrentarse paulatinamente al proceso de envejecimiento se transforma en una experiencia altamente estresante y compleja, potenciada en parte, por una serie de prejuicios y mitos que la convierten una etapa evolutiva marcada por la soledad, el pesimismo, la pérdida de la salud y la pasividad, coincidiendo además con la jubilación y el nido vacío, entre otros cambios.

Lo cierto es que en nuestro país, existe una tendencia creciente al envejecimiento. Tal como lo señala el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), hay 2,8 millones de personas sobre 60 años, correspondiente al 16,2% de la población. En adición a lo anterior, y de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida promedio en Chile es de 80,5 años, siendo las mujeres mucho más longevas (83 años en promedio) que los hombres (79 años); estimándose que para el 2025 la población mayor de 60 años constituya un 20% de la cantidad de habitantes en el país, lo que superará el porcentaje de población menor de 15 años (Campos, Herrera, Fernández y Valenzuela, 2014).

En los países que presentan contextos de envejecimiento acelerado (como es el caso de Chile), una de las problemáticas psicosociales y de salud en la que debiésemos concentrar nuestros esfuerzos, giran en la generación de saberes actualizados que comprendan y aborden el fenómeno de la estimulación cognitiva – emocional, así como la dependencia de los adultos mayores en distintos ámbitos, no solo centrado en el déficit (enfermedad), avanzando hacia a la instalación transversal de un modelo socio-comunitario, participativo e interdisciplinario que haga hincapié en la promoción y la prevención, articulando eficazmente la perspectiva del envejecimiento activo.

Ahora bien, este proceso es altamente diferencial y asincrónico en sus manifestaciones biológicas, cognitivas y sociales. A saber, existe una gran variación entre los sujetos, pues cada individuo envejece de modo diferente de acuerdo a las características físicas y fisiológicas que posee, así como también por su estructura de personalidad, historia de vida, y por el contexto socioeconómico, político o cultural en el que se desenvuelve, configurando estilos de vida que pueden aumentar o disminuir la esperanza de vida del sujeto. La longevidad se explicaría en parte gracias a los avances de la medicina, el aumento de la cobertura y acceso en los servicios de salud, la mejora gradual en la calidad de vida de las personas y un mayor acceso a las redes de apoyo social disponibles en el país.

En este contexto, y en respuesta a los cambios demográficos nacionales e internacionales ya descritos, cobra relevancia la Psicogerontología, como ámbito del conocimiento interesado en el estudio y abordaje del envejecimiento psíquico normal y patológico; abarcando la promoción, prevención, tratamiento y rehabilitación, así como la subjetividad construida por el sujeto que envejece. Durante los últimos años, se han concentrado los esfuerzos en investigar las potencialidades de la vejez, desde una perspectiva optimista y centrada en los recursos de las personas, visibilizando las oportunidades y desafíos socio-evolutivos, familiares y culturales de los sujetos, generando importantes contribuciones basadas en la evidencia, para facilitar la adaptación positiva y exitosa de las personas[1], incidiendo en definitiva, en una mejora sustancial de su salud física y mental. A modo de reflexión ¿Cómo visualizamos el envejecimiento en nuestra vida? ¿Qué es lo que le permite a una persona asumir positivamente esta etapa? ¿Cómo combatir la soledad y el pesimismo que socialmente se le atribuye a la vejez? ¿Qué estrategias y/o acciones podría implementar para enfrentar positivamente la transición a la vejez? ¿Por qué hablar de envejecimiento activo? ¿Qué impacto tendrá la creación del Consejo Consultivo del Adulto Mayor? ¿Al Estado le interesa verdaderamente transformar la dura realidad que enfrentan nuestros adultos mayores en Chile (observando críticamente las actuales políticas públicas en esta materia)?

A propósito de lo anterior, nos parece imprescindible reiterar la necesidad de que como país seamos capaces de reflexionar críticamente sobre este fenómeno y más aún sobre el panorama actual que enfrentan miles de adultos mayores en Chile, ‘sobreviviendo’ con pensiones y ‘ayudas solidarias[2]’ que cubren escasamente los costos asociados a vivienda, alimentación, salud, cultura, entre otros; considerando la economía actual y la tendencia creciente al alza de aquellos productos de primera necesidad.

Finalmente, reconocemos en las Ciencias Sociales y particularmente en la educación, un espacio relevante de discusión y concientización acerca del envejecimiento y la vejez. Por ende, adquiere importancia el que tempranamente seamos conscientes de las estrategias y/o acciones concretas que les permita a las personas valorar cada una de las experiencias y etapas del desarrollo, apostando por la convivencia positiva (es decir, aprender a vivir con otros distinto a uno; respetando las diferencias). Así, seríamos capaces de reconocer que la vida misma es un camino lleno de cambios y transformaciones, inundado encuentros y desencuentros entre las personas; y que si bien algunos cambios pueden estar a la base de ciertas limitaciones, hay que aprender a vivir con ellos. Estas pequeñas premisas deberían formar parte de los planes y programas de enseñanza del Ministerio de Educación (en sus diferentes niveles) y de la sociedad en su conjunto, de tal manera que los niños, niñas y jóvenes integren herramientas prácticas en torno a la promoción y prevención en salud, pero por sobre todo, estando mucho más conscientes de la realidad demográfica de nuestro país y del enorme rol que juegan y/o han jugado en nuestras vidas, los adultos mayores. Creemos que mientras más temprano comience esta concientización sobre el cuidado y respeto por el otro, existirán mayores posibilidades de lograr cambios actitudinales en nuestra forma de relacionarnos, avanzando decididamente en la construcción de una sociedad más democrática, justa y respetuosa para todos/as. Sin duda que la promoción de creencias y valoraciones positivas respecto a la vejez por una parte, permitirá que los más jóvenes aprendan a cuidar de su propia salud, contribuyendo (directa o indirectamente) a disminuir los riesgos de concomitancia de patologías asociadas al deterioro normal de esta etapa. Por otra parte, estas reflexiones pretenden favorecer el diálogo intergeneracional, indispensable en nuestros tiempos, germinando valores en torno a la afectividad, solidaridad y responsabilidad frente al autocuidado, pero por sobre todo, insistiendo en el importante desafío que tenemos por delante para abrir y/o consolidar espacios sistemáticos de valoración e integración para nuestros adultos mayores.

[1] En revisiones previas, existen consenso respecto a los beneficios de cultivar hábitos de vida saludable (alimentación, higiene de sueño, etc.), la autonomía y el aprendizaje para toda la vida; optimismo y visión positiva acerca de la vida; la importancia del autocuidado y la promoción de relaciones interpersonales positivas, entre otros (Sandoval, 2017).

[2] De acuerdo a estimaciones de la Superintendencia de Pensiones (2016), el monto promedio de las pensiones autofinanciadas es de $191.825 (7,29 UF) para vejez edad y $314.972 (11,97 UF) para vejez anticipada, aunque al agregar el Aporte Previsional Solidario (APS), el monto promedio de las pensiones sube hasta $209.981 (7,98 UF) para vejez edad y $330.761 (12,57 UF) para vejez anticipada.


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